lunes, 2 de marzo de 2009

THE NANNY Y EL ARQUETIPO DE LA MUJER DESESPERADA

- He can't make you happy.

- I don't wanna be happy. I wanna be married!

- Are there a lot of cute guys at your new apartment?

- Oh, yeah, they're walking right out of the closets.


Suelo hablar poco de los motivos por los cuales una serie de televisión, película o libro me gusta… Simplemente me gusta y suelo disfrutar en buena medida del placer que me producen. Eso –al menos para mí- es suficiente. Sin embargo, tratándose de esta serie en particular, voy a hacer una excepción en lo que no debería ser considerado como otra cosa que un ejercicio de pensamiento.


The Nanny fue un serie televisiva tipo sitcom que se estrenó en Estados Unidos el 3 de noviembre de 1993 y pretendía exponer –desde el humor y la comicidad- la increíble presión a la que se ven sometidas millones de mujeres en todo el mundo por encontrar una pareja y establecerse en un hogar (casa, niños y perro incluido) tal como lo dictan unas leyes que nadie ha escrito pero que todos siguen. Encuentro de clases incluida, segregación cultural y un humor muy agudo, se entremezclan en este elixir de media hora en el que una mujer inteligentemente divertida (Fran Fine, interpretada magistralmente por Fran Drescher) es victima de la fatalidad –entendiendo por fatalidad la ruptura de su relación amorosa con un novio que jamás pensó en llevarla al altar y quien para colmo de males era su jefe- y termina vendiendo cosméticos de puerta en puerta, a sus más de treinta y sin una carrera que pudiese servirle de sostén. Con este background, nuestra heroína se presenta a la puerta de los Sheffield, aristocrática familia (padre -recientemente viudo- tres hijos y mayordomo) que esperaba con ansias la llegada de una nueva niñera y, a la postre, un poco de sentido a una vida disgregada.


A partir de entonces comienzan a entretejerse una serie de situaciones a las que poco a poco se van añadiendo los sentimientos, todo ello enmarcado en la fuerte tensión sexual que surge entre ambos personajes (Fran y Max), quienes se empeñan en no ceder ante sus sentimientos (desde luego él está más reticente a aceptarlos que ella), en medio de las más irrisorias situaciones.

Resulta difícil no sentirse reflejada en el personaje de Fran, especialmente por ese acercamiento desde la sencillez a la hora de percibir la vida. Sin embargo, es ahora con más edad que puedo entender la angustia y el estrés (llevado al extremo por efectos de la comicidad) que la soltería le producía a la extrovertida Fran Fine. Entiendo su rabia y su frustración cuando el hombre que decía amarla (Charles Shaughnessy en el papel del flemático Maxwell Sheffield) se retractó, alegando haber dicho el tan esperado “Te amo” en un momento de desesperación. Me es más fácil ahora entender que el correr del calendario y el peso de la soledad; quizás más propiamente el miedo a la soledad, afectaran tanto la vida de este personaje.


Fran Drescher, quien además de actriz principal del show también fue su creadora, productora y directora (no oculto mi admiración por esta impresionante mujer), tuvo la lucidez de presentarnos a esta chica fascinante y divertida, pero expuso a su vez un arquetipo de mujer en el que más de una, tristemente, encaja a la perfección: la mujer desesperada. De paseo el pasado fin de semana por un conocido centro comercial, entendí que la dimensión del problema está asociada también a otras circunstancias.


Sentada en la terraza de un café, mientras disfrutaba de una bebida, comencé a observar a las personas a mi alrededor. No creo exagerar cuando afirmo que el lenguaje corporal del 90% de los hombres que se encontraban allí enviaba señales de homosexualidad. La contundencia de ese porcentaje me centró en una cuestión: ¿Será cierto lo que afirman algunas mujeres tajantemente para justificar su soledad cuando sostienen que no hay hombres? ¿Qué hecho de esta vida moderna (no puedo dejar de recordar a Quino a través de los labios de la mordaz Mafalda cuando se pregunta si esta vida moderna no estará teniendo más de moderna que de vida) ha provocado esta estampida de salidas de closet? ¿Justifica este hecho que las mujeres se arrojen a los brazos del primero que les jure la luna? Y finalmente, pero no menos importante: ¿Qué hacemos las mujeres ante esa situación? ¿Se trata de una reacción lógica según las circunstancias? Tras la meditación comprendí que la tarea de encontrar al “príncipe encantador” no es para nada lo que solía ser… Es una empresa titánica, una suerte de lotería en la que puede darse el caso de que ni siquiera estés invitada a participar.


Lo más triste de todo esto es que las mujeres desesperadas quieren -líneas más, líneas menos- lo que todo ser humano quiere: sentirse amadas, queridas por su par masculino. En contraposición, el género masculino parece (según se observa desde este lado de la barrera) querer aprovecharse de esa necesidad, cambiando a una mujer por otra en una intermitencia pasmosa, sin la menor intención o muestra de querer satisfacer los requerimientos femeninos. El resultado de todo esto es una dinámica que resulta peligrosa pues trastoca en lo más profundo las bases de nuestra estructura: la pareja; y más allá de ella, a la familia, el tan cacareado núcleo de nuestra sociedad. No niego que estas nuevas reglas de juego también son usadas por cierta clase de mujer que sólo desea sacar ventaja de su soltería y de ese estado de liberación en el que parece estar inmersa la mujer moderna; pero ese grupo tampoco constituye una mayoría o está en condiciones de determinar el comportamiento de las mujeres en general.


En todo caso, el juego de la seducción –desde el punto de vista de la mujer, al menos- constituye una búsqueda constante del próximo objetivo. No de el objetivo, la pareja estable, el novio (entendido como el husband- to- be); sino del empate, el de ahorita, el tipo con el que estoy ahora, etc. Sustantivos estos que no implican forma alguna de permanencia en el tiempo pues ya no interesa el para siempre; será suficiente el por ahora.


Volviendo de nuevo al programa, el show estuvo al aire durante seis temporadas consecutivas cuando se tomó la determinación de finalizarlo. Esto debido a que la atención del público disminuyó una vez que Fran consiguiera casarse con su amado tal como lo dicta el tradicional Happy ending. Para entonces encontrar la pareja ideal le había tomado seis años y numerosos intentos a la protagonista. Si confiamos en una frase que escuché recientemente, buscar una pareja y encontrarla será dentro de poco una utopía. En igualdad de condiciones se encuentran las esperanzas de muchas de participar del final feliz que al menos la desopilante Fran logró disfrutar… Quién sabe… quizás la lucha aún no está perdida. Amanecerá y veremos…

2 comentarios:

  1. A mi me mata de la Risa esta serie... Me recuerda un poco a "Quien manda a quien", aunque esta trabaja con otros arquetipos... Como Remington Steele... (la figura de Laura Hall es como la de Angela: mujer trabajora... sin pareja... enamorada y sin decidirse a comenzar... lo obvio...) Como sea... Mas alla del analisis... Me gustan mucho. Saludos Milagros...

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  2. Tienes razón, tiene muchas reminicencias de "Quien manda a quien" (Creo que esa duda se plantea igualmente desde el principio de The Nanny". Con Remington Steele no estoy muy familiarizada, pero trataré de ponerme al día. Gracias por tu comentario.
    Milagros

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