lunes, 15 de julio de 2013

Hannibal



La simple sugerencia de la realización de un acto de canibalismo humano produce una suerte de escalofrío que recorre la espina de cualquiera. Fijado con una impronta indeleble en nuestro código genético, el canibalismo es una imposibilidad biológica para cualquier miembro de una especie, pero particularmente de la nuestra. Simplemente no podemos comernos unos a otros. Punto.


La depredación, eso ya es otra cosa. Y se admite con menos prurito moral, ético y bio-psico-social que el canibalismo. Ocurre: consumimos carne de otras especies (con mayor o menor afectación en unos que en otros, desde luego, pero eso es asunto de otra entrada) sin que ello suscite pensamientos a posteriori que te impidan conciliar el sueño.


Pero, repito, si un humano consume carne de otro humano, puede generar con sus acciones, aún cuando se trate de una simple sugerencia, las reacciones más arrebatadas y apasionadas… y pocas, por no decir ninguna, serán positivas.


Cuando hablamos de Hannibal Lecter, el caníbal más famoso de nuestro imaginario moderno, las posibilidades se expanden. En principio, su origen ficcional hace más fácil el acercamiento: podemos juzgarlo, prejuzgarlo, analizarlo, intentar entender su conducta, justificarlo, con mayor o menor éxito, etc., en una suerte de ejercicio reflexivo que culminará cuando su presencia en pantalla (por alguna razón atrae más la interpretación del personaje en filme que la construcción literaria) concluya.


En segundo lugar, las posibilidades interpretativas del personaje, tanto de quien le da vida en pantalla como de quien lo produce o lo escribe, puede dar cabida a múltiples perspectivas, todas ellas muy enriquecedoras para aquellos que tenemos la sana costumbre de ver más allá de lo evidente.


El personaje, desde su constructo literario, ha hecho gala de un contexto psicológico bien particular que es el que lo define y determina. Bryan Fuller (Pushing Daisies) lo ha entendido muy bien y así lo demuestra en cada episodio del thriller que ha traído de nuevo al Dr. Lecter a nuestras vidas.
El Gran Dragón Rojo y la dama revestida de sol
Basada en el texto El Dragón Rojo, la serie relata los orígenes del Dr. Lecter como asesino. Con absoluta delicadeza intelectual, los personajes de Hannibal se desarrollan en un entorno que, si bien no deja de ser oscuro, atrae, resulta fascinante y atemorizante al mismo tiempo. Llena de impulsos absolutamente humanos, de extrema tensión psicológica pero también de sensualidad y seducción, la serie nos muestra personajes muy humanos con conflictos internos comprensibles, asequibles, los cuales podemos considerar antes que juzgar.


La fotografía es impecable y responde a los estándares marcados por los textos de Harris, pero honrando a la cinematografía del género que debe su cuota también a este icónico personaje. Conjuntamente con una banda sonora que no puede catalogarse de otra forma que no sea conmovedora, cada episodio de la serie se convierte en una degustación destinada a satisfacer al más exigente de los paladares.


Actuaciones destacadas constituyen la guinda de un pastel exquisitamente concebido en el que nada obedece al azar o es capricho del destino. De la mano de Laurence Fishburne, Mads Mikkelsen (cuya interpretación nada tiene que envidiarle a la de Hopkins), Hugh Dancy y la mismísima Gillian Anderson (The X Files), los personajes de Harris adquieren una dimensión y profundidad bien particulares.


Laurence Fishburne, si bien es una pieza reconocida en el fichaje de esta serie, no constituye su principal atractivo. Mads Mikkelsen, un actor -y bailarín- danés desconocido para estas latitudes, sí que lo es. En su interpretación, Mikkelsen ha conjugado a la perfección los aspectos más relevantes de la personalidad de Lecter, al punto de hacerla absolutamente irresistible. Es en extremo educado, hábil, caballeroso, de gusto exquisito, sumamente inteligente… Un paquete tentador. Su puesta en escena es impoluta y su sola presencia te obliga a contener el aliento, por una razón o por otra.


La de Anderson ha sido también una interesante adición al staff de Hannibal. Reconocida por su popular interpretación de la Agente Scully en The X Files, Anderson presta su imagen para encarnar a la psicoterapeuta de Lecter, la Dra. Bedelia Du Maurier, con quien ha desarrollado una relación particularmente llamativa (cuando menos para esta primera temporada) orientada a brindarnos muchos detalles que contribuirán a desvelar la personalidad de ese Lecter que no se conoce sino en los libros de Harris.


Por su parte, la interpretación de Hugh Dancy conmueve en el más estricto sentido de la palabra. Es el antagónico perfecto de Lecter y coloca en perspectiva cualquier circunstancia acaecida entre ellos. Su relación es tirante, compleja, dispareja… pero también es la más honesta de todas las que se gestan en el seriado (salvando, desde luego, el detalle de la descarada manipulación de Lecter). También, por esa misma razón, tiene el peso dramático de la trama.


El resto del casting está integrado por actores que puede que no reconozcamos de primera línea pero que han sabido escoger bien sus papeles previos, lo que los dota de cierto respeto dado el cariz artístico de sus elecciones.


Sobre el guión podrían escribirse muchas cosas. Si bien la crítica, y el público, tienen opiniones encontradas al respecto, se coincide en el hecho de que es fiel al texto original. Desde mi perspectiva, creo que hace algo más: lo presiona, lo lleva al límite y transforma lo que requiere ser transformado, dado el medio en el cual se desenvuelve ahora. En su defensa, diré que sobresale de todo lo que, televisivamente hablando, se ha estrenado en 2013, pues Hannibal honra, con su escritura, lo más valioso que debería poseer todo espectador: su inteligencia.


La pièce de resistance, finalmente, la constituye el cuidadísimo aspecto culinario. Asesorados por el chef español, José Andrés, los productores de Hannibal nos ofrecen platos llamativos, atractivos a la vista, cuyo colorido le disputa el protagonismo a cualquier toma al resaltar, sin abusar, las cualidades más atractivas de cada receta.


El proceso culinario, así como su destacado resultado, sobresale con frecuencia, por encima del tono lúgubre, propio de cada escena en la que aparecen. Y tiene la importante responsabilidad de contextualizar las emociones y situaciones en las que se ven inmersos aquellos personajes que, para su fortuna o su desgracia, comparten la mesa del carismático doctor.


La sugestiva presentación de cada plato enmascara, como cabe suponer, otra intención, pero resulta sencillo dejarse tentar por la maestría culinaria de Lecter. Un arte que Hannibal domina muy bien, y que nos hace olvidar, la más de las veces, que el sustrato de la trama es el impulso de su protagonista por el consumo de carne humana.


En todo caso, si Hannibal no te atrapa en sus inicios, seguramente lo hará en el transcurso de la serie pues tiene potencia en sus interpretaciones, una historia tan definida como puede estarlo para sus espectadores, cuidados detalles de pre, producción y postproducción; y el aval de sus creadores que, aunque apostaron a un personaje conocido, lo hicieron con la plena conciencia de la inherente necesidad de reinventarlo para una nueva generación (y para la anterior, sin duda alguna).


Se trata de una serie imaginada para televidentes pensantes, inquietante, provocadora, inteligente, de buen gusto, a pesar de la sangre y las tomas abiertas a cadáveres y heridas punzo penetrantes, que sirve lo más perturbador pero esencial del aspecto y de la conducta humana: su vulnerabilidad, como plato principal.

Bon apetit!


Imperdibles:




  • Sin duda alguna, la actuación de Mads Mikkelsen. Ha reinventado totalmente al Dr. Lecter, cosa difícil de lograr con un personaje tan conocido.
  • El final de la primera temporada (Y la primera temporada completa). Uno de los mejores que he visto en mucho tiempo.
  • La fotografía. Interpreta y expone de manera magistral el mundo interior de los personajes, así como el contexto de las situaciones.
  • Los guiños de la historia. Hay que estar muy atentos para no perderse referencias contenidas en los textos o en filmes previos, particularmente The Silence of the Lambs.
  • La aplicación de segunda pantalla de AXN. Muchos comentarios y detalles se dan a conocer o se aprecian mejor desde esta plataforma.

viernes, 12 de julio de 2013

Déjame llamarte amor



                                  Para L.F.

Déjame llamarte amor,
Aún cuando no lo sientas y lo creas tonto
Aún cuando sea muy pronto,
O parezca una locura mía.

Déjame llamarte amor,
En esta tontería infinita de creerte mío sin serlo,
En el instante efímero de un beso,
Bajo la mirada impasible de la luna fría.

Déjame llamarte amor porque a falta de otro mejor,
No hay otro nombre que pueda darte.
Cuando no puedo nombrarte sin hacerte daño,
Cuando hacerlo lleva sin remedio a juzgarme…

Déjame llamarte amor… porque no conozco otra manera
De sentir…
De vivir...
O de arder en esta hoguera…

Volver...



Volver...
Pero no con la frente marchita como Gardel…

O como la mujer de Almodovar que regresa a reparar, casi al final de su vida, lo que no pudo colocar en su lugar desde el principio…

Volver porque era el momento preciso, porque así lo quiere la musa y el destino…

Volver porque es lo que toca, a veces, cuando uno se ha ido…

Simplemente volver…

Así regreso a mi escritura, a mi encuentro con todos los que por curiosidad, o absoluta consciencia de su búsqueda, acuden a este blog. A mi encuentro conmigo misma y las ideas que, en la plenitud de su libertad, volaban sueltas, vagando errantes hasta el encuentro final con su destino.