lunes, 24 de agosto de 2009

El traje de la reina


Haciendo a un lado la diferencia de opiniones -que pueden y deben existir en el terreno de lo político- es un deber para todo venezolano, sin distingo de ninguna índole, el sentirse orgulloso de Stefanía, pues la importancia del triunfo obtenido durante la noche del 23 de agosto en el certamen de belleza más visto de todo el planeta, se extiende más allá del tono del flamante traje de gala que la modelo lució en esa importante ocasión.

El que nuestra representante saliera con un vestido rojo, o blanco, o amarillo, o de cualquier otra tonalidad, debería no ser otra cosa que un detalle trivial, con un valor absoluto tan insignificante como el del tipo de tacón que vistió la hoy soberana aquella noche, o la marca de su ropa interior. No obstante, el que un manojo de necios se empeñen en conferirle a ese hecho una importancia mayor, llama sin duda a la reflexión.

En mi opinión, la corona que Stefanía obtuvo reviste una importancia mayor, si asumimos que el certamen, más que un evento que ocurre una vez al año, es el resultado de un trabajo acumulativo. Lo más importante del logro de nuestra reina de la belleza radica en que, esa noche, representó la cúspide de un largo trayecto, mismo que duró todo un año (si no es que más) en el cual hubo esfuerzo, lucha constante (más que personal de un gran colectivo), -bien en contra de las circunstancias adversas que pudiesen haberse presentado en su recorrido al Miss Universo, bien en contra de sí misma, de sus limitaciones personales y de otra especie-; pero en el que tambien hubo aciertos, aprendizaje y superación.

¿Orgullosa de su triunfo? Sí, de ser venezolana, de llevar la sangre aguerrida, tenaz, constante que llevan todas las mujeres criollas. Duélale a quien le duela, la belleza de la mujer venezolana es y será siempre notoria... Parecen ignorar, aquellos que ahora supuran por la herida, que esa belleza no viene de afuera, no se encuentra en los instrumentos quirúrgicos de los cirujanos plásticos, ni viene adosada a los eternos regímenes alimenticios y/o deportivos, no. Esa belleza viene de adentro, del coraje que forma a toda mujer nacida en esta tierra de gracia, de su forma de ver la vida, de su espíritu colaborador y solidario, del amor que profesa incondicionalmente a los seres que ama, de su sacrificio y de su lucha a flor de piel siempre que le son requeridos, viene de su espíritu indomable y de un corazón amoroso, abierto a todos, a veces incluso a costa de sí misma. Las mujeres venezolanas son hermosas, sean de un bando político o de otro; esas caracterísitcas que las han hecho tan distintivas, son finalmente, el único tratamiento de belleza que requieren, la marca registrada de este pais tropical.

Más que una corona, en lo personal, considero que Stefanía nos trae la mayor reivindicación posible: el triunfo de la constancia, por encima de todo y de todos. Y ese triunfo, sin lugar a dudas, no se viste de ningún color.