viernes, 30 de diciembre de 2011

30 días 30 libros

Dicen por allí que nunca es tarde cuando la dicha llega, y en este caso no puedo menos que aceptarlo como cierto, visto que, ahora que probablemente el mundo esté ocupado en otros asuntos, a mí se me antoja publicar mi lista en el marco del reto de los 30 días, 30 libros. Así, lo que presento a continuación son los primeros 10 textos, distribuidos conforme a las categorías previstas, en un proceso que, más que reflexivo, ha sido censurador pues mucho texto ha debido quedarse en el tintero. De esta forma, y como quiera que este ejercicio de memoria me hiciera dichosa durante un par de horas, procedo a actualizar esta plataforma tecnológica que, debido a múltiples razones que ahora no vienen al caso, se encontraba un tanto olvidada. Ahí van los primeros diez... 


1. Uno que leí de una sentada: Soy lectora compulsiva desde muy temprana edad. Más que en una sentada, he leído textos con profunda avidez en tiempos que resultan incomprensibles para otros “mortales”. Por ejemplo, El conde de Montecristo de Alejandro Dumas fue leído en menos de una semana, también El Código Da Vinci de Dan Brown y Orgullo y Prejuicio de Jane Austen. La enfermedad de Barrera Tyszka fue consumido en una tarde, como El Túnel de Sábato y los primeros tres tomos del Harry Potter de Rowling. Ahora, si se trata de perder totalmente la noción del tiempo, bastará con Quino y cualquier número de Mafalda. ¿Qué puedo decir? Algunas personas fuman, otras beben, ¿yo? Yo leo.
2. Uno que me demoré mucho en leer: El Silmarilion de Tolkien. Pocas personas saben que se trata de la biblia que explica el origen, o da sentido, por así decirlo, a la trilogía de El Señor de los anillos y a otra obra relacionada con esta saga: El Hobbit. La prolífica imaginación de Tolkien (quien para hacernos más complicadas las cosas hasta un lenguaje propio se inventó) nos lleva por caminos particularmente tortuosos en los cuales se nos relata la creación de Mordor, la Tierra Media y de todos sus habitantes, sin pasar por alto la(s) complicada(s) trama(s) que moldeó el linaje de cada ser (dios, humano, animal o cosa) presente en la trilogía. Es un libro complejo, sin duda, que requerirá más de una lectura superficial para poder apreciar, no sólo su valor intrínseco, sino el de las obras subsiguientes.
3.   Uno que sea un placer culposo: Soy fanática de las sagas, por ende, no fui inmune a los encantos de J.K Rowling y su Harry Potter o de C.S. Lewis con la colección de historias sobre ese fantástico lugar llamado Narnia. En el primer caso, me interesaba ver de qué forma podría Rowling mantener el interés a lo largo de los 7 tomos. En el segundo, simplemente me dejé llevar por el boom comercial que la historia (convertida en filme en ese entonces) generó en el público. Valga decir que la colección estuvo muy bien editada y se ve particularmente hermosa en mis estantes. (Snob, quizás, puedo darme ese lujo.)
4.   Uno que le gusta a todos (o a muchos) pero no a mí: Pedro Páramo de Juan Rulfo. Le pesadilla más tortuosa de todas las que hubiese podido vivir, la constituye sin duda la lectura de este texto que todos adoraron en secundaria y que yo detesté desde la página 1. Nunca comprendí el texto, me resultó particularmente denso y, en honor a la verdad, aburridísimo.
5.   Uno de viajes: Creo que para crear la noción de traslado o viaje, cualquier libro es bueno. Sin embargo, no recuerdo haber leído nada específico sobre el tema.
6.   Uno de un Nóbel: Gabriel García Márquez ejerce en mí una particular atracción. Su obra, la cual considero íntima (en tanto retrata con particular avidez determinadas realidades latinoamericanas) no falta en mi biblioteca. Me referiré, sí, aun cuando suene a cliché, a Cien años de soledad. Para mí fue sencillamente un reto intelectual la lectura de esta novela en la que, además de la trama principal, el linaje de sus personajes constituye un actor de importancia. Al fin de cuentas, se trata del gabo, del gabito, ¿necesito decir más?
7.   Uno muy divertido: Singles de Julia Seguí. Para los que entienden con cierta holgura el léxico popular español, este libro puede resultar bastante divertido. Constituye una interesante reflexión acerca de un fenómeno que se ha fortalecido en los últimos años: la soltería, abordado con absoluto desparpajo y plena conciencia de que se trata de un ejercicio de reflexión que raya en lo irrelevante; pero que, no obstante, contiene en su trasfondo mucho de verdad.
8.  Uno para leer por fragmentos: Amor. Selección de citas de Paulo Coelho. La editorial Grijalbo, por alguna razón que no atino a concretar, se hizo a la tarea de citar al archiconocido autor brasileño, recopilando para ello, particularmente, aquellos fragmentos contenidos en sus obras en los cuales el escritor se refiere o reflexiona sobre ese sentimiento denominado amor. Así, si uno tiene la batería baja en ese aspecto, o tiene dudas sobre lo que puede o no puede ser ese sentimiento, está en libertad de abrir este texto (que además fue editado en una cómoda y conveniente edición de bolsillo) y digerir un par de perlas de sabiduría… queda claro, además, que puede usted pasar por un asiduo lector de Coelho sin serlo, pues cada cita cuenta con la respectiva referencia. Lindo toque para presumir en aquellas veladas en las que los lectores no cuenten con un amplio currículum, ¿no?
9.    Uno con una excelente versión cinematográfica: En esta categoría debo citar una colección y una autora específicos. Por una parte está El señor de los anillos de Tolkien y su respectiva versión cinematográfica a cargo de Peter Jackson. La profunda riqueza de este texto ya es de por sí abrumadora como para imaginar la titánica tarea que supuso realizar la respectiva adaptación cinematográfica. En el entendido de que siempre algo se pierde del texto en su paso a lenguaje fílmico, resulta elogiable la labor efectuada por los realizadores del filme, pues lograron preservar lo importante y más representativo del texto y trasladarlo a la pantalla. En segundo lugar, pero no menos importante, se encuentra la obra Orgullo y Prejuicio de Jane Austen, llevada a la pantalla grande en diversas oportunidades. En este caso, me referiré a la versión a cargo del novel director Joe Wright. En ella, llama la atención la modificación de ciertas escenas (y la supresión de determinados personajes) entre la versión fílmica y el texto original, sin que ello medre en la calidad o sentido de la obra. Muy por el contrario, creo que la visión de este británico aporta mayor calidez a la obra de Austen y acentúa características de ciertos personajes que bien podrían ser catalogadas como elusivas en la versión literaria. La dirección de fotografía es impecable y absolutamente hermosa.
10. Uno con una pésima versión cinematográfica: Troya. Sí, la Troya a la que se le hizo tanta publicidad por el guapo (¿?) Brad Pitt. Si la intención era deformar la historia clásica griega, lo lograron con este filme lleno del “american way of  life” en la constitución de sus personajes. Cualquiera que haya leído La Ilíada puede darse cuenta de que, de esta película, no puede decirse siquiera que está basada en ella. Las modificaciones son sustanciales, o más propiamente insustanciales. Esto hace de Troya una historia diferente que poco o nada tiene que ver con el texto griego. Sobre el filme sólo diré que se trata de una pobre puesta en escena en la que abundan los gazapos, ¿o de qué otra forma se explica que hubieran llamas en Troya y aviones? ¿O será que fueron los troyanos seres suficientemente avanzados como para viajar en avión a América y comerciar con animales?

miércoles, 12 de octubre de 2011

Las reglas del juego

Hace unos días escribía sobre la necesidad de tomar las riendas de la vida y acallar murmullos de terceros que sólo interfieren, y que en nada contribuyen con el progreso interno, intelectual o emocional de cada persona.

Hoy quiero concentrarme en la necesidad de no conformarse. Pues si bien tomar las riendas significa dar pasos hacia alguna dirección (no necesariamente hacia adelante, aunque eso sería lo ideal), tampoco es menos importante que esos pasos no se den a tontas y a locas... o sólo porque deben darse.

Creo firmemente en que, llegado el momento, deberás actuar, independientemente de si tienes el norte claro o no. Pero el sentido crítico juega aquí un papel fundamental para evitar que te desbarranques y el resultado sea aun peor que las circunstancias que te hicieron actuar en primera instancia.

Aceptar lo que la vida te pone en el camino forma parte del juego... Por fortuna, tenemos también el derecho a no tomar aquello que se nos ofrece, si es que no estamos del todo conformes. ¿Debo decir que sí a una circunstancia, acción, o situación sólo para acallar las voces (las del entorno y las internas, valga decir)? Una cosa es apostarlo todo por lo que deseas y otra, muy distinta, es correr el riesgo con una mano que, sabes, no va a dar resultado.

Sin embargo, humanos al fin que somos, muchas veces nos enfrascamos en las peores jugadas, seguros de recibir cada vez un resultado diferente (¡oh, Einstein cuánta razón hubo siempre en esa despeinada cabeza tuya!). Empecinados, seguimos apostando sin pensar, sin analizar... por instinto.

Hoy sé que no voy a ganar; mañana, quién sabe... Ese pensamiento nos mantiene vivos, en movimiento, o al menos así nos parece. Y justo cuando los dados caen, y una vez más el resultado nos es adverso, sucede lo peor que podemos hacer: conformarnos. Así es el destino, esa es la suerte...

Luego de los más recientes acontecimientos en mi vida, los cuales me han dado la fabulosa oportunidad de la perspectiva; estoy más que convencida de que, efectivamente, tal como lo afirmé hace algunos días, hay que dejarse de macanas y lanzarse al ruedo, pero hacerlo (y aquí va la más reciente reflexión) no está casado con la posibilidad de obtener el resultado que aspiras, en las condiciones en las cuales lo requieres o necesitas, ni tampoco supone modificar el resultado o las consecuencias que tal acto conlleven, sin importar cuánto lo desees...

De ser ese el caso, no desperdicies la maravillosa oportunidad de evolucionar, de crecer, de aprender la lección y pasar a la siguiente página. Si luego de tomar las riendas descubres que ese no era el camino, o no obtuviste el resultado que esperabas, haz algo inteligente -por Dios, hazlo- y asúmelo como una oportunidad de cambiar de rumbo, de adaptarte, más no te conformes... al fin y al cabo nunca sabrás si la próxima vez sea tu día de suerte...

domingo, 9 de octubre de 2011

Murmullos

Para L. F.

A veces hay que dejarse de macanas, como decía Mafalda y lanzarse... Así de simple: sin artificios, sin redes de seguridad, sin zonas de comodidad. A esa conclusión llegué hoy, luego de haber pasado tres días intensos reflexionando y leyendo entre líneas a este mundo que me alberga y me rodea. A tal decisión, desde luego, no se llega sin que ocurra primero una revolución, un sacudón emocional que te obligue a analizar tu situación actual y, consecuentemente, redefinir tus propios límites.

Cuestionarse, en este contexto, resulta la actividad más natural y también la más necesaria. Puedes pasarte el resto de la vida intentando buscarte a ti mismo a través de la religión, de la psicología, del autoconocimiento, o del proceso que creas más conveniente para cambiar aquello de tu vida que ya no deseas o con lo que no estás tan de acuerdo como podrías haberlo estado en otro momento; o puedes, en una simple tarde de viernes, frente a la seductora dulzura de un helado, dar al traste con ese que solías ser...

No creo que un proceso como éste que implica, necesariamente, conocerse (o quizás, más propiamente, redescubrirse) uno mismo, suceda en soledad. Se requerirá de otro que vea, irreductiblemente, lo que nosotros intuimos, que nos voltee el rostro de un tirón, haciéndonos ver lo que está sucediendo (o dejando de suceder) en nuestra existencia para que eche a andar la duda: ¿Es esto lo que quiero?

Configurar la personalidad de una persona depende de muchos elementos y requiere, desde luego, de toda una vida… y sin embargo, se necesitará de un par de horas, un minuto, una palabra para tomar la determinación de desechar todo aquello que ya no te define, y comenzar una nueva página, no mejor, ni peor, sólo nueva: diferente.

En mi historia, esa nueva página pasa por deshacerme de viejas concepciones y asumir la vida de una manera en la que el parecer de los otros deje de moldear mis decisiones. Y que conste que no se trata de dar al garete con la opinión de los demás (que algo de buena o de interesante tendrá, seguramente, espero) pero sí de que importe menos, de restarle peso y darle preponderancia a aquello que ha estado solapado, soterrado, palpitante y que, hasta el sol de hoy no había tenido una oportunidad. Esos murmullos del yo interno (llámese conciencia, o inconsciente, o ser espiritual, o como se le desee denominar) que constantemente te dice que lo que vives o lo que te acontece a diario no es suficiente, que debe haber algo más…

Se trata de bajarle el volumen al decir de la gente para escucharte a ti mismo. Al final de todo, siempre habrá alguien que tendrá algo qué decir de ti que no te hará justicia… Alguien siempre hablará, murmurará, señalará… y ése es, precisamente, en el que menos quiero pensar, al que hay que arrebatarle su poder y darle una lección: lo más sagrado de este mundo está en tu ser, seas quien seas. El más beato o la más pecadora, eso no importa. Siendo quien eres honras aquello que de sagrado, religioso o puro, haya en tu ser. Y, cuando menos yo, hacia ese norte quiero enfilar mis destinos. No puedes ser otro. Debes ser quien eres.

Actúa, siente, vive como quieras. No te arrepientas, aprende y sigue adelante… deja que el mundo señale, que hable… quizás entonces los murmullos acaben...

domingo, 2 de octubre de 2011

Nos mudamos

Por los múltiples inconvenientes que presenta la actual plataforma de Blogger, nos hemos mudado a: revolucionandounrato.wordpress.com

Nos encontramos trasladando el contenido y actualizando algunas ideas... Gracias por la paciencia y por seguir leyendo.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Mi Cuba


Lo que yo sabía de Cuba cuando era niña era que la gente allí estaba muy limitada. Que no podía comprar lo que quería, comer todo y cuanto quisiera, o comprar la ropa de moda; y que por esa razón la gente deseaba salir corriendo de allí cuanto antes. No podía entender cómo se lograba tal nivel de sometimiento, o por qué los cubanos no se rebelaban contra ello. Eran tiempos del dólar a 4,30 en Venezuela. Tiempos de la bonanza petrolera... tiempos de mentira, también.

Después de eso vino el 27-F, y con él, el despertar. Al menos el mío. Yo, que no había visto jamás una rebelión popular, aprendí de golpe, con la nariz pegada al frío suelo de la sala de mi casa, que todas esas libertades de las que -creía- gozaba mi país, eran cortinas de humo que pretendieron cubrir años de corrupción, de desidia por parte de unos gobernantes que más que liderar (palabra que les quedó grande entonces y les queda aún más grande ahora que los analizo en su contexto) eran descarados ladrones de oficio.

El pueblo venezolano, que a fuerza de costumbre aprendió a ponerle “al mal tiempo buena cara”, se ajustó el cinturón, reconstruyó lo que pudo de las ruinas, las físicas y las emocionales, de la dura revuelta de febrero, y echo pa'lante. Sin embargo, valga decir que nunca más fue el mismo.

Un poco después de esa época, más o menos, conocí a un nutrido grupo de cubanos que visitaban nuestro país como parte de un intercambio cultural. Luego del respectivo trago rudo que supuso su deserción y consecuente entrada a Venezuela, tuvimos chance de conocernos mejor e intercambiar ideas; lo que además se convirtió en toda una experiencia para mí, cuya idea de isla era Nueva Esparta, es decir, apenas un estado dentro de un territorio más extenso, y no un país entero.

Fue así como entendí que las pobrezas pueden ser varias y muy distintas. Ellos, nos contaban, eran pobres en Cuba pero no como ustedes. La diferencia estaba, según constatamos unos y otros durante la conversa, en la educación. Todos los nuevos compatriotas eran profesionales y habían llegado a este país con su título bajo el brazo. Ni qué decir que, una vez establecidos, buena parte de ellos logró ubicarse en campos laborales, con mayor rapidez de lo que hubiese podido hacerlo cualquiera de los venezolanos allí presentes, los cuales intentábamos, previo pago de matrícula (nada barata, por cierto, dadas las condiciones económicas del momento), costearnos los estudios algunos, ganarse la vida, otros.

Por su educación, nos dijeron, no habían pagado un centavo: era gratuita, garantizada para cada ciudadano, así como los servicios de salud. Aquella realidad me marcó profundamente. Y no era para menos. Mi idea de educación estaba tamizada entonces por la angustia y, en determinadas ocasiones, por la desesperación de no contar con la mensualidad para el liceo. Y mi idea de salud, todavía peor que la anterior, significaba no enfermarme porque no había dinero para clínicas. Apenas el hospital, cuando fue necesario, mal dotado y con pésimo servicio.

Todo ello vino a mi memoria cuando hace un año me correspondió viajar al país caribeño como parte del Convenio Marco de Cooperación Cuba-Venezuela, en una misión educativa. Durante una intensa semana compartimos con docentes y con todo el personal que nos atendió en La Habana, pero también fue el espacio propicio para ver de primera mano, y conocer de boca de los mismos cubanos, esa historia que, la mayoría de las veces, nos fue contada tan distorsionada y alejada de la realidad.

Fue así que, como buenos venezolanos, nos escabullíamos una vez terminada la clase, para conocer la ciudad. En mi trayecto vi... Vi calles y caminos, humildes sí, pero muy limpios. Una infraestructura funcional y en buen estado. Conocí la alegría de una ciudad que, incluso en medio de aquel intenso calor (los venezolanos nos estábamos fundiendo, casi) puede bailar, y bailar, y cantar por toda la avenida que bordea El Malecón, para celebrar el carnaval. Asistí a una ciudad que despierta muy temprano, en plena oscuridad (el cambio horario casi no me permitió abrir los ojos a esa hora) y concurre a su puesto de trabajo, imbuida en una mística que jamás le conocí a ningún venezolano... al menos no a esa hora. Vi (casi sentí) de cerca los efectos de la disciplina (un concepto esquivo para este pueblo mío, tendiente siempre a ser laxo con los asuntos de las normas y las reglas) en una población acostumbrada ya a hacer las cosas con plena convicción de su necesidad e importancia.

Pude ser, en ese breve tiempo, una turista y una chica más. La turista vio desde el omunibús la arquitectura, La Casa de las Américas, El Malecón, La Bodeguita del Medio... la otra que fui en ese viaje se detuvo ante la belleza imponente de La Catedral de La Habana, pensando en lo perfecto de ese escenario para escribir un libro, filmar una película, o conocer al amor de tu vida... así, sin más; y abandonó la Bodeguita... (en donde, según nos contaron, nos vendieron el mojito más caro de toda Cuba) y subió a un carruaje a recorrer una ciudad hasta entonces deformada en mi memoria por tantas intervenciones del resto del mundo.

Entendí que por mucho que se escriba, se hable o se comente sobre un país, sobre su historia, su presente o su futuro, nada se compara a la experiencia de formar parte de eso que constituye lo más idiosincrásico de su esencia, siquiera por un breve tiempo. El día a día del hombre de a pie puede decirte más sobre un país que el mejor lote de libros de historia que puedas leer, que el noticiero más veraz o el relato más convincente que pudieran contarte... Aprecié la belleza del pueblo cubano en toda su diversidad (los que se fueron y los que se quedaron), comprendí su compromiso con la Revolución, su capacidad crítica para abordarla (que la hay -a pesar de que algunos sectores se empeñen en ocultarla o tergiversarla-, y muy buena, por cierto) y su comprensión del mundo (de aquel interno que constituye su nación; y del otro más extenso que les rodea, y que muchas veces no los entiende).

No conocí toda Cuba, no tuve ese honor ni privilegio, pero lo que vi me bastó para enamorarme de ella. Para sentirme, como diría Sócrates, ciudadana del mundo, haciéndome tan cubana como venezolana, como latinoamericana. Una semana me bastó para que a mi espíritu revolucionario le doliera, como nunca antes, las injusticias que sistemáticamente ha cometido el imperio norteamericano para con un pueblo que tiene todo el derecho de gobernarse como mejor le parezca, en estricto apego del derecho internacional. Fue evidente para mí el inmenso potencial de esa nación caribeña así como el respectivo temor que eso genera en determinados países.

Yo, que siempre he creído en la Revolución (así en mayúsculas), en la necesidad de erradicar paradigmas obsoletos que no funcionan y que en nada contribuyen con el desarrollo de un ser humano integral y digno; confirmo y afianzo mi compromiso para con esta Patria y lo que se ha dado en denominar la Patria Grande. Esa en la que tiene cabida el pueblo latinoamericano todo, el africano, el pueblo árabe y todos los pueblos del mundo, sin excepción, en el entendido de que el derecho de uno es el derecho de todos. Agradezco hoy a los hermanos cubanos su firmeza, ejemplo de dignidad para los pueblos insurgentes, que ven y reconocen en la Revolución el único camino posible para el nuevo mundo, para con un proyecto que es más que eso, una forma de vida. Y agradezco, más que todo, haberme hecho sentir una ciudadana más de ese pueblo que hoy reconozco como propio, a pesar de algunos pesares y de algunas susceptibilidades. 

PD. Por ahora, la imagen es prestada. Pronto publicaré las que conservo de ese viaje, pero que son aún más vívidas en la memoria... 

Eternamente Alicia


Desde que tengo memoria, Lewis Carroll ha fascinado mi imaginación con su archiconocida historia “Alicia en el País de las Maravillas” y “A través del Espejo y lo que Alicia encontró allí”. Entendí, con mi llegada a las letras (de manera profesional, quiero decir) que la complejidad de su autor se reflejaba cristalinamente en cada capítulo de esta historia y que, a la postre, esa complejidad era un poco también la del mundo. Aún hoy me sorprende descubrir arquetipos que no había descubierto en una lectura anterior.

La relación arquetipal que tan fácilmente se establece con estos textos, da lugar también a múltiples interpretaciones por parte, no sólo del que lee, sino de aquel que desea reinterpretar sus páginas. Así, hay tantas versiones del popular cuento (dudo siempre a la hora de catalogarlo como infantil) que es una tarea titánica encontrar un ejemplar que reproduzca fielmente la propuesta original de Carroll. Sin embargo, para los que nos encontramos aún hoy imbuidos en su fascinante complejidad, es posible reconocer una excelente reinterpretación de la historia.

Eso, ni más ni menos, es lo que descubrí con el film “Alice in wonderland” del controversial director (y uno de mis favoritos, valga decir) Tim Burton. Este californiano logró, aún con las evidentes modificaciones a la historia original, mantenerse fiel a la propuesta de Carroll. Así, el filme se fundamenta en una serie de elementos, personajes y acciones contenidas en el poema Jabberwocky publicado por Carroll en A través del espejo...

En perfecta armonía con las acciones de los personajes, y manteniendo los cuestionamientos esenciales del texto a lo largo de todo el filme, tales como quién eres, o a dónde quieres ir, Burton logra la fórmula perfecta para reinventar a Alicia... y, de paso, para homenajear a uno de los escritores británicos más controversiales de su época (y de las posteriores).

No obstante, y más allá de la proeza que significa reinventar un clásico tan multifacético para un público difícilmente impresionable, quiero llamar la atención sobre el hecho que supone equiparar el complejo mundo interior de Burton con el no menos dificultoso, y casi desconocido, mundo interior de Carroll.

Burton no se deja avasallar por los personajes de Carroll, tan conocidos por todos los públicos, ni se somete por entero a la iconografía de Alicia... Muy por el contrario, se mantiene fiel al aspecto gótico y oscuro característico de su obra fílmica, pero cuidando de no transgredir la historia. Dentro del “frabulloso” mundo de Alicia no extrañamos el tablero de Ajedrez, ni los naipes guardianes de la Reina Roja, al mismísimo Jabberwocky, ni tan siquiera al pájaro Dodo. Sólo Humpty Dumpty, puede darse por extraviado en esta nueva versión, quizás porque su función en el texto original como esclarecedor de los términos contenidos en el poema referido al Jabberwocky, le restarían efecto al guión.

Mención aparte merecen las interpretaciones de Jhonny Depp y Helena Carter Bonham como el Sombrerero y la Reina Roja, respectivamente. Más allá del derroche de maquillaje y de efectos especiales, estos actores lograron conectar tanto con la esencia de los caracteres como con la propuesta cinematográfica, haciéndolos absolutamente multidimensionales, muy humanos y definitivamente asequibles. Es posible comprender a la Reina Roja y su consecuente trauma, el cual la inclina a cortarle la cabeza a todo el mundo, como posible es también entender el enrevesado proceso que tiene lugar en la cabeza del sombrerero a la hora de realizar asociaciones mentales...

Es posible también, por efectos de un excelente guión, vislumbrar otras facetas de Alicia propias del proceso de autodescubrimiento que se desarrolla durante este regreso a Wonderland, y que constituye, a mi juicio, el eje central de este filme. De esta forma, la Alicia adulta que duda y lleva dentro de sí el peso de las emociones encontradas, propias del hecho de crecer, reconoce en sus remembranzas a la Alicia niña. Descubre entonces que su esencia se mantiene intacta, muy a pesar de la persona que es ahora (adulta), lo que paradójicamente la hace diferente pero también la misma persona. En este torbellino emocional, nuestro personaje logra conectar con el menos cuerdo (al menos en apariencia) de todos los individuos con los que pudiese cruzarse en Infratierra: El Sombrerero.

Más que un personaje chistoso, casi accesorio, según interpretaciones previas, se transforma en un especie de personaje guía, con la importante responsabilidad de llevar a Alicia al término de sus reflexiones. No obstante, en determinadas ocasiones durante ese proceso, su actitud cuasi paternal se transfigura, lo que nos hace presentir que hay otros sentimientos que mueven al Sombrerero, además de aquellos que nos deja entrever. Alicia, que corresponde a dicho sentir, se ve en la dicotomía de escoger entre llevar a término su propio proceso interno, volviendo a Londres, o permanecer en Infratierra con las respectivas consecuencias que ello supondría para todos los involucrados.

En todo caso, Alice in Wonderland constituye una excelente pieza fílmica que nada tiene que envidiar a cualquier otra de su época. Una que es elemento clave dentro de la filmografía de Burton y que bien puede convertirse en el referente cultural cinematográfico de una era, llena de avances tecnológicos impresionantes, sí, pero que no contaba (hasta ahora) con ninguna propuesta susceptible de trascender el contexto histórico que la vio nacer para convertirse en eso que nos encanta a los cinéfilos, y que solemos denominar como Clásico.

Imperdible: Las actuaciones de Jhonny Depp y Helena Carter Bonham; la impecable edición y los efectos especiales. Imperdible es también la banda sonora, a cargo de Danny Elfman, la cual tiene un elemento clásico muy bien logrado. En su aspecto moderno encontramos a la jóven Avril Lavigne con el tema Alice.

martes, 29 de marzo de 2011

LA VIUDA JOVEN

Desde que disfruto de esa bendición llamada televisión satelital, puedo decir -con cierto orgullo, además- que me he vuelto muy selectiva con el tipo de programación que consumo. Por desgracia para la televisión nacional, eso la deja muy mal parada dentro del ranking de mis preferencias, pues cuando se tiene a disposición algunos de los mejores programas del mundo, la parrilla nacional puede ser apreciada en perspectiva y los resultados no son siempre positivos. Ese ejercicio que me precio de realizar cada vez que tengo la oportunidad, me permite observar, con curiosidad antropológica, la evolución de la televisión venezolana.
En esta ocasión el turno fue para Venevisión y su nuevo dramático La viuda joven. Telenovela escrita por un experto en estas lides: Martin Hahn. Tratándose de misterio y suspenso, Hahn ha llevado la batuta por un buen tiempo ya; su producción de exitosos dramáticos en este género así lo confirman: Angélica Pecado, La Mujer de Judas, Estrambótica Anastasia, Amor a Palos y Nadie me dirá como quererte, son sólo parte de la prolífica labor de este escritor que hoy debuta en el canal de la colina, luego de haber trabajado para RCTV durante al menos 15 años.
Un staff de conocidos actores, algunos de ellos de gran trayectoria, integra la plantilla visible de este dramático, el cual constituye, también, el debut para otros tantos novatos en esta área (como Mariángel Ruíz, Josette Vidal Restifo y Stephanie Cardone Fulop, entre otros). No obstante, al parecer, la experiencia y trayectoria de un importante número de buenos actores y actrices no es suficiente para darle cuerpo a unos personajes que carecen de trasfondo y peso psicológico. Aunado a ello, un intento valioso en tanto novedad en suelo criollo por darle mayor dinamismo a cada toma, puede resultar insoportable para el televidente promedio que, la más de las veces, se encuentra distraído tratando de justificar las acciones y actitudes -por demás acartonadas- de los personajes. Todo ello hace de La viuda joven una suerte de caricatura de una buena telenovela. La fórmula, exitosa en el pasado reciente de Hahn, no ha dado tan buenos resultados esta vez.
La producción, no obstante, puede jactarse de ser impecable: excelentes locaciones exteriores, impresionantes escenarios para las tomas de interiores y un cuidado notable en la dirección de arte y de fotografía, insuflan esperanzas para el futuro de este dramático que no ha cuajado del todo en el gusto del “venevidente” venezolano.
Confío en la buena pluma de Hahn, su estilo suele mantenerse hasta el final de la historia y éste, por lo menos hasta ahora, no ha defraudado al espectador que espera con ansias conocer el nombre del asesino (o asesina) en sus relatos. Esperemos, por el bien de los televidentes nacionales, que las cargas se enderecen en el camino y pueda el canal de la colina anotarse otro éxito dramático en sus hoy cincuenta años de consolidada trayectoria.
Imperdible: Las actuaciones de Javier Vidal y la Beba Rojas. Están llenas de matices dentro de tanto acartonamiento dramático.

domingo, 23 de enero de 2011

Elegía del amor prohibido

Tan fácil que habría sido, tan sencillo...

El mundo perfecto, la vida soñada.

El sentimiento apasionado, el corazón latiendo a mil por hora.

Una llama arrebatada.

Hoy que más da, una ilusión rota, un corazón martirizado

Una mas...

Jugué tu juego peligroso, con tus condiciones y manías;

en el paroxismo de mi felicidad olvidé, por un momento, que no me pertenecías,

y en medio de este intento fallido, no puedo dejar de pensar

en lo sencillo que habría sido, jamás haberte conocido.