martes, 30 de marzo de 2010

De epifanías, oráculos y Ricky Martin


Quizás fue porque leí las declaraciones de Ricky Martin en relación a su homosexualidad, directamente de la fuente. Probablemente fue el hecho de que en una semana tengo al menos tres nuevos jefes y que haya perdido (término que utilizo a falta de uno mejor, al menos por lo pronto) al que hasta ahora había sido el mejor jefe que he tenido. Es más que lógico que haya podido ser por el excesivo calor que nos agobia en este maravilloso país del Caribe, pero lo cierto es que, sin importar mucho el motivo que le haya dado origen, fui testigo y protagonista de una epifanía.

“Conócete a ti mismo”. Estas palabras, mitológicamente sabias, nos han perseguido desde los mismísimos tiempos griegos cuando fueron colocadas en el frontispicio del templo dedicado a Apolo en Delfos, hasta llegar a la no menos polémica película de los hermanos Wachowski Matrix, en ese memorable momento en que Neo acude a visitar a su moderna versión de un oráculo que es trascendental.

Con oráculos o sin ellos, los seres humanos, incluso en estos tiempos de hoy en los que el progreso y la dudosa evolución del ser parecieran dar cuenta de lo innecesario de su presencia, seguimos buscando respuestas que no encontramos en la educación académica, en la religión o en cualquier otra actividad física o espiritual. Seguimos inmersos en esa búsqueda que puede resultar frenética para algunos, desesperante si se quiere, pero que paradójicamente le confiere a algunos una poderosa razón para seguir en esto que llamamos vida y de la que poco entendemos, ésa es la verdad.

En mi caso, ese conocimiento del que se habla en Delfos vino acompañado de un insomnio repentino, una noche cualquiera, de un día que había sido –hasta ese momento- poco fructífero en aprendizaje pero bastante prolífico en emociones.

A eso de las dos de la mañana, simplemente desperté. Mi perra, que comparte habitación y cama (y sabrá Dios qué más) conmigo, dormía insultantemente a pierna suelta, vuelta totalmente del revés, ajena al importante momento que acababa de experimentar. En medio de mi aletargamiento, sin mayores mediaciones supe, sólo así, el motivo de muchas cosas que estaban sucediendo en mi vida, así como la razón de una serie de cambios repentinos que, hasta entonces, carecían de significado para mí. Entendí la verdad. Esa de la que habla Martin en su comunicado: me acerque a mis verdades. ¡Y esto es de celebrar! Ciertamente, puedo entender a qué se refiere el boricua y concuerdo con él.

El proceso de conocerte a ti mismo puede darse tan pronto como lentamente, puede tomarte toda una vida o unos minutos al momento mismo de nacer. Es lo que hacemos con ese conocimiento lo que realmente cuenta. Que cada quien debe afrontar su verdad y sus circunstancias, eso es harina de otro costal. Pero que deberíamos dejar de juzgar las verdades de otros antes que las propias, eso sí que debería ser una realidad sine qua non. Ricky Martin lo entendió, y así quiso compartirlo con el mundo. Un gesto que agradezco y respeto. Quizás esté allí el secreto de la anhelada felicidad, no sólo para él que se atrevió a tomar las riendas de su vida y de sus circunstancias, sino para todos los que transitamos el camino de la reflexión en búsqueda de la iluminación.

Por lo pronto, yo sostengo lo que he dicho siempre, en una simple frase que, como las palabras de Delfos (aunque menos pretenciosas, eso sí) aborda a todo aquel que llega a este blog, en el momento mismo en que se franquean sus puertas: el cambio es síntoma de evolución. Bravo por Ricky, por los que se atreven a afrontar sus oráculos –vengan de donde vengan- y por los que admiten su verdad como forma ineludible de avanzar en la vida, como una forma, en suma, de libertad.

martes, 16 de marzo de 2010

Ansiedad

La de buscarte, la de encontrarte.
Ansiedad de medianoche, de madrugada.
Ansiedad incontrolable, dominante, asfixiante.
Una adicción sin sentido ni finalidad.
Una lágrima inconclusa, perenne.
Es el aire que se agota, la caricia perdida, la necesidad imperante.
El grito ahogado que se esparce a plena luz.
La mirada furtiva y con saña.
Un nombre, un susurro.
El vacío.
El latido.
Es hoy, ayer, siempre, todos los siempres.
El principio de todo y el final.