viernes, 17 de diciembre de 2010

Pensar en ti

Pensar en ti me roba los minutos, las horas

Cada respiro, cada suspiro, cada pequeña exhalación

Pensar en ti es un crimen pasional contra cada momento de mi vida
Pensar en ti es perderme
Pensar en ti es anular el hambre, el sueño, la vigilia, la vanidad, la soledad
Pensar en ti me carcome por dentro, me llena de culpa y me da libertad
Pensar en ti me da una posibilidad, una, sólo eso necesito
Pensar en ti llena mis días y mis noches cuando no te tengo a mi lado
Pensar en ti me hace feliz y lo mantengo
Pensar en ti es lo único que no debo y lo único que quiero hacer
Pensar en ti es llenarme de aquello que no puedes darme y que yo deseo

Pensar en ti es el espacio perfecto para estar contigo, contigo y sin ti.

martes, 14 de diciembre de 2010

MI MUNDO

Mi mundo tenía un ritmo y una forma...

Tenía sus distancias, sus cercanías y cadencias...

Mi mundo rebosaba de música, de sonidos y de color;

lo perfumaban las rosas y lo decoraba una eterna primavera.

En mi mundo cada mañana era soleada, cada noche era de luna...

Mi mundo era perfecto tal como era...

Entonces llegaste tú y lo trastocaste todo.

Mis primaveras de rosas fragantes, los sonidos y colores...

Mi mundo, antes tan mío, se hizo tuyo...

Mi mundo pasó a ser tú... lo que haces, lo que vives, lo que sueñas...

Conmigo o sin mí, tú eres mi mundo.

La sonrisa cómplice inexplicable, el roce discreto y el secreto a voces.

Tú, la razón de mis desvelos.

Tú, el rostro de todos mis anhelos.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Prohibido

No pise la grama

No gire en u

No estacione


El mundo y sus advertencias, su convergencias, sus incongruencias.


No pase si no es empleado.

Prohibido el paso.

Sólo personal autorizado.


Todo viene con instrucciones, menos tú.


Tú y tu porte viril en la sala de espera, con tu sonrisa torcida

y tu metro noventa de malas intenciones.

Tú, el deseo oculto, secreto, del que nadie debe saber...

Intocable, impensable, ajeno.

Amante.


En un mundo que se esmera en prohibirme la vida,

la peor negación es saberte conmigo

y que no seas mío.

domingo, 19 de septiembre de 2010

MANUAL PARA EL SOLTERO(A) DE HOY

Lo primero y más sano que debe usted hacer, antes de siquiera seguir leyendo, es olvidar el título que encabeza este artículo. Muy especialmente aquello de “manual” porque ni yo soy experta en la materia, ni es posible creer que tal cosa como la soltería pueda manejarse como opera usted su secadora de cabello o el DVD. En todo caso, vaya tomando nota: Número 1) No crea nunca en fórmulas mágicas, recetarios, manuales del usuario o soltería para dummies. Nada de eso funciona y sólo le quitará un tiempo precioso que, se me ocurre, podría usar provechosamente en al menos 10 actividades diferentes.

Dicho esto, puede seguir de largo y continuar con su vida sin haber leído estas líneas. Total, nada nuevo se habrá perdido y a mí no me molesta. Pero si por el contrario decide que vale la pena leer lo que sigue, pues pase y póngase cómodo. No prometo cambiarle la vida, pero al menos un rato diferente, eso sí puedo darle.

2) La segunda cosa que necesita admitir es que sí, efectivamente es usted un soltero o soltera. Repítaselo hasta que se lo tatúe en la pituitaria: estoy soltero o soltera. Esto quiere decir que usted no tiene pareja, perro que le ladre, peor es nada, ni ninguna otra forma de compañía de esta naturaleza. Si es soltero o soltera por obligación o por selección propia, no es mi problema y le garantizo que al 90% de las personas que lo rodean tampoco le interesa, pero ellos insistirán en que es así sólo por el simple placer de ocuparse de la vida de alguien más en lugar de la suya propia. Déjeme decirle: no hay nada de malo en ser soltero(a); lo que jode es tener que ir por la vida explicándole a los demás los pormenores del caso.

Entonces no explique, si es eso lo que le molesta. Póngase creativo, diga que se ha echado un amante espectacular, que se va a meter a gay, que forma parte de un grupo que realiza orgías todos los sábados y que por eso no tiene pareja fija. No puedo garantizarle que no habrá controversia o espasmos morales por su desparpajo, pero de seguro no volverán a molestarlo con cuestionamientos respecto a su soltería.

3) Usted es perfectamente capaz de seguir soltero(a) por sí solo. Hágase un favor: no acepte ayuda de terceros. Siempre habrá alguna persona que crea que conoce a alguien que sería perfecto para usted. Se lo digo ahora: no es cierto. Con ello sólo descubrirá que aquellos que dicen conocerlo no lo hacen en realidad, por lo que, al final de la velada, no sólo seguirá soltero sino que probablemente termine cuestionando esa amistad de tantos años que creía sólida y eterna.

4) Si ya ha admitido su soltería, lo felicito. Tiene la mitad del problema ganado. El siguiente paso es aceptar que desea dejar de serlo. Seamos honestos, esas excusas del tipo: “es que a mí me encanta ser libre” o su similar “es que no me gusta sentirme atado(a)” no se las cree ni usted mismo. Más bien sea cónsono con sus anhelos. Póngase esa minifalda vertiginosa o esa camisa que lo hace lucir musculoso y láncese al ruedo sin miedos. Podrán tildarlo de promiscuo o de desesperado (según su estilo) pero jamás podrán decir que no lo intentó.

5) Ya tomó la decisión de salir al mundo, ahora prepárese. Como reza el dicho, de todo hay en la viña del Señor. En el largo camino que hay que recorrer en la búsqueda de una pareja usted se topará con toda clase de especímenes. Desde el engavetado que no ha salido del closet y que lo tiene a usted quizás como última salida, hasta la acosadora a la que no hizo otra cosa que darle la hora y que ahora lo asume a usted como una posesión personal. No olvide tampoco, si es usted una fémina, al aburridísimo cliché del hombre casado, que no tendrá reparos en seducirla (si es que invitarla de una y sin rodeos a ese famoso hotel de la panamericana puede llamarse seducción) todo con tal de obtener lo que desea. Tenga paciencia y no se desespere… ¡pero tampoco sea gafo(a)! No se crea aquello de que es único(a).

6) Si lo suyo es el ciberespacio, recuerde: el papel (o en este caso, el código binario) aguanta todo. De la misma manera que usted mintió en su perfil, de esa misma forma le van a caer a muela. No se engañe. La bomba sexy que dice parecerse a Angelina Jolie y el papasito que se describe como el siguiente Brad Pitt sólo son reales en su imaginación, y son producto, además, de esas ganas que carga encima por dejar la soltería.

Finalmente, y si a pesar de todo su intención es seguir adelante, tenga confianza. Si bien es probable que no consiga nada en las primeras de cambio, al menos tendrá mucho tema de conversación para la próxima reunión social… esa a la que de seguro asistirá solo(a), harto(a) como está de toparse con tanto mamarracho junto.

lunes, 31 de mayo de 2010

LA DIFICIL COINCIDENCIA

Que los pequeños y los grandes milagros existen, eso no es nuevo. Que la vida, cual el estribillo de la popular canción, te da sorpresas, es una verdad tangible como una catedral. Pero que muchos, por no decir una buena parte de la población, prefiere la comodidad de no crearse ciertas expectativas ante el minúsculo número de posibilidades que existen de percibir alguno de esos milagros, de eso no me cabe la menor duda. ¡Y sin embargo ocurren!

Una noticia inesperada puede redefinir tus horizontes. Un suceso cualquiera puede estremecerte hasta niveles que creías imposibles en ti. Una palabra, un gesto, todo puede ser susceptible de convertirse en el momento de “tu vida”; empleando en estas seis últimas letras todo el peso de la trascendencia.

No obstante, y hablo a la luz de mi experiencia personal, el más difícil de los milagros que me ha tocado presenciar es el de la coincidencia. Al parecer, la compleja actividad de encontrar (y aquí el verbo es utilizado en toda su extensión) una pareja, un compañero de vida, tu media naranja o tu peor es nada, resulta especialmente esquiva para algunas personas. Y no me refiero tan sólo a la búsqueda y conquista, hablo de la parte de la cotidianidad, de la compatibilidad de caracteres, tan difícilmente lograda en algunos casos que puede dar al traste con la relación. Coincidir no puede ser considerado ya como un designio divino que pueda dejarse en las antojadizas manos del destino. Prueba de ello es el numeroso universo de páginas web dedicadas a propiciar esa coincidencia. Las páginas de solteros, asiéndose a las nuevas tecnologías, se han atribuido la tarea de juntar a las personas.

Con el argumento de la ciencia (si entendemos por ciencia una serie de algoritmos y códigos binarios que emparejan perfiles con marcada tendencia a la coincidencia) prometen encontrar por ti a la persona ideal, la más cercana a tus intereses (previamente vaciados en un formulario) y con la que no deberías –según esta “teoría”- tener inconvenientes para congeniar.

No pongo en duda la eficacia del sistema (sé, por contacto directo, de experiencias exitosas que comenzaron via web), pero quisiera llamar la atención sobre un hecho que resulta cuando menos alarmante. Por un lado, está la inminente necesidad de las personas de conectarse con otras, de establecer vínculos. Basta mirar un conjunto de perfiles al azar para percatarnos de que, en principio, hay una necesidad básica en todos: compañía. “Una persona con quien conversar”, “con quien pueda compartir las cosas de la vida”, “alguien que quiera estar conmigo de verdad”, son tan sólo algunas de las muchas frases, que en ese sentido, podemos leer en cada perfil.

Hombres y mujeres por igual, comparten sus penurias amorosas mientras rumian su soledad soterradamente, bajo el barniz quebradizo de la esperanza (para mí, es la verdadera necesidad de fondo la que habla) quejándose por no poder realizar la que podría parecerle, a otro grupo de personas, la actividad más sencilla del mundo: sociabilizar.

Por otro lado, pareciera existir una marcada tendencia al fracaso en lo que toca al encuentro personal y directo, que impulsa a estas personas a buscar, virtualmente, lo que no pueden conseguir en el mundo real. También conozco de casos en donde nunca ha existido contacto personal entre personas que pueden presumir de años de amistad, algunas, incluso, en términos bastante particulares. Tampoco resultan ajenas las anécdotas de infidelidades virtuales que han acabado con relaciones “verdaderas”, o cuando menos, seamos realistas, con prospecto de futuro.

Al margen de todo lo que pudiera decirse de las relaciones virtuales, considero que debe prestársele mayor atención a este fenómeno que está cambiando la manera de percibir el mundo en un gran número de personas (jóvenes y adultos), al punto de trastocar las propias leyes con las cuales nos hemos desenvuelto por siglos.

Así, es posible confesar prácticamente cualquier cosa bajo el amparo de la virtualidad, en tanto se callan verdades para un mundo real, prejuicioso y castrante, que sigue girando, ignorante de esa otra personalidad, que es libre y capaz de todo en un universo cuya única ley es la de los códigos binarios. Decir que te gusta mucho o poco el sexo, que sólo quieres una relación de una noche, que no te interesan las morenas o los gordos, es perfectamente válido. La consigna es entonces “no molestar”. Abstenerse si no se cumplen los requisitos. Como si este mundo pudiese entender de formularios y perfiles.

Coincidir no es, en lo absoluto, sencillo, pero la respuesta no puede estar en una búsqueda fragmentaria. No podemos saltarnos lo pasos y pasar a desagregar la posible relación por el número de coincidencias o estridencias escritas en un formulario. La delicada tarea de coincidir, aún con el riesgo del fracaso a cuestas, es uno de los más maravillosos milagros a los que podemos asistir. Sería terrible perdérselo por estar sentados ante el computador.

lunes, 10 de mayo de 2010

RESPUESTA DE LA NIÑA BUENA

Estimado Sr. Arjona:


Si me he decidido a escribirle, créame, no es por reproche. Pero considero que todo aquel que se ve en determinado momento en el banquillo de los acusados debería contar, cuando menos, con alguna forma de defensa. Y en este caso, usted mismo me ha dado los argumentos.


Comenzaré pues, como es debido, por el principio. No le quito razón en su verdad, y lo justo es admitir que la tiene. No se puede negar que ha hecho usted un retrato bastante ajustado de mi persona y asumo, no sin cierta tristeza, que soy eso que usted llama una “niña buena”. Pero debo advertirle que no por voluntad propia actúo como lo hago, y digo lo que digo. Soy lo que soy porque debo serlo, así me enseñaron y así, tristemente, me dicta la vida -aún hoy- que debo ser. Porque si actuara, Sr. Arjona, como me dicta mi instinto, siguiendo la más férrea libertad de acción, sin duda alguna las cosas no serían como son.


Dígame usted qué pasaría si decidiera yo portarme mal como es su sugerencia. Qué pasaría si pudiese yo decantarme, sin dilaciones, por una opción y fuera a su vera, a ocupar el vacío de su colchón. Qué pasaría si en lugar de escuchar esa insidiosa voz en mi cabeza que insiste en que aquello no estaría bien, hiciera caso a lo que me dicta el instinto, que no el corazón (sepa ud. que nosotras también podemos distinguir una cosa de otra) y accediera a hacer y decir lo que deseo tanto como usted. ¿Qué pasaría?


Si yo dijera que quiero ser esa chica de la esquina (que de seguro accedió a su petición sin demoras y que debe darle a todas luces menos trabajo que yo) ¿podría usted darle legitimidad a mis sentimientos y pensamientos? ¿Me aceptaría tal cual soy (humana, ni más ni menos, con necesidades no muy distantes a las suyas) sin juzgarme? ¿Evitaría usted la odiosa comparación entre mi persona y la mujer perfecta (producto, esa sí de una verdadera “niña buena”) que su madre seguramente le inoculó a usted como una verdad inalterable, y que debe llevar en su cabeza como estándar para evitar desastrosas elecciones?


¿Qué pasaría si le dijera que no tengo otra opción, y que al final de cuentas, tampoco quiero ser tan buena? Si le dijera que me harté de tanta hipocresía, ¿mandaría usted a su mamá de paseo y a sus ideas sobre la mujer perfecta? ¿Podría considerarme como una posibilidad para ser la mujer que usted necesita en su vida? ¿De qué manera me miraría usted y los que, como usted, juran que hay (cuando menos) dos tipos de mujer, si cedo a mis deseos y anhelos?


Mi problema, Sr. Arjona, es que ni quiero ser mascota de sociedad, ni quiero que me traten (sea mujer o sea hombre) como esa de la esquina a la que de seguro usted, ni por asomo, presentará a su mamá o a su familia, ni hará respetar como a una de las “buenas”. Mi problema, Sr. Arjona, es que nos hace falta el saludable punto medio, pero en este campo de batalla que son las relaciones no hay lugar para medias tintas. Le sorprendería saber cuántas de nosotras somos capaces de ser de un bando y del otro, si tan sólo dejaran de obligarnos a decidir. No se resienta conmigo por responder a uno de los esquemas en los que ustedes los hombres nos han encasillado. Más bien deje de juzgarme cuando sea yo la de las sugerencias, la que quiera llevarlo a la esquina o la que lo invite a mi colchón. Cambiemos las reglas del juego… deje usted de hacerse el príncipe y yo de hacerme la buena, y verá como dejo de inmacularme en la pena y como deja usted de esperarme en vano.

martes, 30 de marzo de 2010

De epifanías, oráculos y Ricky Martin


Quizás fue porque leí las declaraciones de Ricky Martin en relación a su homosexualidad, directamente de la fuente. Probablemente fue el hecho de que en una semana tengo al menos tres nuevos jefes y que haya perdido (término que utilizo a falta de uno mejor, al menos por lo pronto) al que hasta ahora había sido el mejor jefe que he tenido. Es más que lógico que haya podido ser por el excesivo calor que nos agobia en este maravilloso país del Caribe, pero lo cierto es que, sin importar mucho el motivo que le haya dado origen, fui testigo y protagonista de una epifanía.

“Conócete a ti mismo”. Estas palabras, mitológicamente sabias, nos han perseguido desde los mismísimos tiempos griegos cuando fueron colocadas en el frontispicio del templo dedicado a Apolo en Delfos, hasta llegar a la no menos polémica película de los hermanos Wachowski Matrix, en ese memorable momento en que Neo acude a visitar a su moderna versión de un oráculo que es trascendental.

Con oráculos o sin ellos, los seres humanos, incluso en estos tiempos de hoy en los que el progreso y la dudosa evolución del ser parecieran dar cuenta de lo innecesario de su presencia, seguimos buscando respuestas que no encontramos en la educación académica, en la religión o en cualquier otra actividad física o espiritual. Seguimos inmersos en esa búsqueda que puede resultar frenética para algunos, desesperante si se quiere, pero que paradójicamente le confiere a algunos una poderosa razón para seguir en esto que llamamos vida y de la que poco entendemos, ésa es la verdad.

En mi caso, ese conocimiento del que se habla en Delfos vino acompañado de un insomnio repentino, una noche cualquiera, de un día que había sido –hasta ese momento- poco fructífero en aprendizaje pero bastante prolífico en emociones.

A eso de las dos de la mañana, simplemente desperté. Mi perra, que comparte habitación y cama (y sabrá Dios qué más) conmigo, dormía insultantemente a pierna suelta, vuelta totalmente del revés, ajena al importante momento que acababa de experimentar. En medio de mi aletargamiento, sin mayores mediaciones supe, sólo así, el motivo de muchas cosas que estaban sucediendo en mi vida, así como la razón de una serie de cambios repentinos que, hasta entonces, carecían de significado para mí. Entendí la verdad. Esa de la que habla Martin en su comunicado: me acerque a mis verdades. ¡Y esto es de celebrar! Ciertamente, puedo entender a qué se refiere el boricua y concuerdo con él.

El proceso de conocerte a ti mismo puede darse tan pronto como lentamente, puede tomarte toda una vida o unos minutos al momento mismo de nacer. Es lo que hacemos con ese conocimiento lo que realmente cuenta. Que cada quien debe afrontar su verdad y sus circunstancias, eso es harina de otro costal. Pero que deberíamos dejar de juzgar las verdades de otros antes que las propias, eso sí que debería ser una realidad sine qua non. Ricky Martin lo entendió, y así quiso compartirlo con el mundo. Un gesto que agradezco y respeto. Quizás esté allí el secreto de la anhelada felicidad, no sólo para él que se atrevió a tomar las riendas de su vida y de sus circunstancias, sino para todos los que transitamos el camino de la reflexión en búsqueda de la iluminación.

Por lo pronto, yo sostengo lo que he dicho siempre, en una simple frase que, como las palabras de Delfos (aunque menos pretenciosas, eso sí) aborda a todo aquel que llega a este blog, en el momento mismo en que se franquean sus puertas: el cambio es síntoma de evolución. Bravo por Ricky, por los que se atreven a afrontar sus oráculos –vengan de donde vengan- y por los que admiten su verdad como forma ineludible de avanzar en la vida, como una forma, en suma, de libertad.

martes, 16 de marzo de 2010

Ansiedad

La de buscarte, la de encontrarte.
Ansiedad de medianoche, de madrugada.
Ansiedad incontrolable, dominante, asfixiante.
Una adicción sin sentido ni finalidad.
Una lágrima inconclusa, perenne.
Es el aire que se agota, la caricia perdida, la necesidad imperante.
El grito ahogado que se esparce a plena luz.
La mirada furtiva y con saña.
Un nombre, un susurro.
El vacío.
El latido.
Es hoy, ayer, siempre, todos los siempres.
El principio de todo y el final.

martes, 5 de enero de 2010

Réquiem para un ídolo

No quiero que me lloren
Cuando me vaya a la eternidad
Quiero que me recuerden
Como a la misma felicidad

Pues yo estaré en el aire
Entre las piedras y en el palmar
Estaré entre la arena
Y sobre el viento que agita el mar


Roberto Sánchez. Así sin más. Sin motes, sin marquesinas, sin adjetivos pomposos. Ese es el nombre del hombre que, luego de una larga convalecencia, producto de un triple trasplante de corazón y pulmones, falleció (hará cosa de unos minutos, unas horas, ahora mismo no lo sé) en un hospital de Mendoza, en su adorada Argentina, a destiempo –como suelen irse los genios- y probablemente sin el merecido reconocimiento a esa genialidad.


Más allá del insólito hecho de haber tenido la templanza para remplazar tres órganos que son vitales para cualquier ser humano, y de haber sobrellevado la no menos impresionante convalecencia durante los 45 días que siguieron a la intervención, Roberto Sánchez, El Gitano, El Grande, nos abandona legando a la posteridad algunos de los más grandiosos clásicos de la música en español, una vida consagrada a un arte que le era tan familiar como abrir los ojos, y un ejemplo de vida a ser imitado por las nuevas generaciones, tan ávidas de un ídolo –un verdadero ídolo, quiero decir- que perviva más allá del éxito de un “one hit wonder” y un marketing desenfrenado.


Sandro, El Gran Sandro de América, como era conocido por la crítica y por las miles de “nenas” que sin importar raza o edad le éramos fieles, se ha ido, dejando un vacío imposible de llenar. En lo que a mí respecta, la generación de ídolos, de grandes ídolos, aquellos que poseían un talento innato para la música, la composición, la escena, han desaparecido para no volver. Difícilmente podrá cualquier artistucho de quinta, mal asesorado por una maquinaria promotora y publicitaria, igualar el talento y la creatividad artística de un hombre como Sandro, que no se limitó con hacer música siguiendo sus propias ideas, sino que además actuó para el cine y la televisión, y que se lleva consigo el mérito de ser el primer latinoamericano en presentarse y llenar el Madison Square Garden, en una época en la que el cross over era siquiera impensable para los artistas de este continente.


Un hombre con la visión suficiente como para tomar la decisión de recitar los temas que compuso para su público, cuando las cuerdas vocales no le acompañaron en su ambición de cantar. Que fue siempre fiel a sus ideas (quienes lo aprendimos a escuchar, a adorar y a comprender, lo sabemos) con el nervio necesario para admitir sus errores, humano al fin como era, a pesar de la grandilocuencia de la fama que lo rodeó inseparablemente a lo largo de su vida. Era, en toda ley, un artista cabal.


52 álbumes, más de una docena de películas y los millones de discos vendidos, dentro y fuera de su natal Argentina, dan cuenta de una carrera artística prolífica y sólida que romperá, sin duda, las barreras del tiempo y del espacio, confiriéndole al humilde Roberto Sánchez el lugar universal que supo ganarse como Sandro de América, El Grande, El Gitano, El Ídolo…