lunes, 27 de abril de 2009

Brown penny

He aquí un poema que descubrí sin querer gracias a una película. La traducción no es oficial, según pude constatar, más es una aproximación bastante acertada. Para su disfrute, publico tanto la versión oríginal en inglés como la traducción al idioma castellano. Si desean escucharlo en la magnética voz de Christopher Plummer, les recomiendo la comedia romántica Must love dogs. Sencillamente fascinante.

Brown Penny

por William Butler Yeats

I whispered, 'I am too young,'
And then, 'I am old enough';
Wherefore I threw a penny
To find out if I might love.


'Go and love, go and love, young man,
If the lady be young and fair.'
 
Ah, penny, brown penny, brown penny,
 
I am looped in the loops of her hair.


Oh love is the crooked thing,
There is nobody wise enough
To find out all that is in it,
For he would be thinking of love
Till the stars had run away
And the shadows eaten the moon.


Ah, penny, brown penny, brown penny,
One cannot begin it too soon.


Centavo castaño

Susurré “Soy demasiado joven”

Y luego “Ya tengo la edad”

Por tanto arrojé un centavo

Para ver si podría amar.


“Ve y ama, ve y ama, jovencito

Si la dama es joven y bella”.


Ah, centavo

Centavo castaño, centavo castaño.


Estoy enlazado en los rizos de su pelo.


Ah, el amor es una cosa retorcida

Y ningún hombre tiene la sabiduría

Para descubrir todo su contenido

Pues tendría que pensar en el amor

Hasta que las estrellas huyeran

Y las sombras se comieran a la luna.


Ah, centavo castaño, centavo castaño

Uno debe empezar cuanto antes.


miércoles, 8 de abril de 2009

Enamórate Grissom

But then, all of a sudden ... we get a second chance.

Somebody young and beautiful shows up.

Somebody ...we could care about.

She offers us a new life with her ...but we have a big decision to make, right?

Because we have to risk everything we've worked for in order to have her

I couldn't do it, but you did. You risked it all.


Mirando televisión hace unos días, tuve, como en pocas ocasiones me sucede, una sorpresa, de esas que algunos escasos elegidos experimentan, llamadas epifanías. Revelaciones que –a falta de un manual para la vida- bien pueden ayudarnos a acercarnos a ella de una manera más abierta, evitando el recelo que el desconocimiento puede provocar ante la o las posibles consecuencias de una decisión o acción.


La serie en cuestión no es otra que CSI (Crime Scene Investigation), la cual en su novena temporada ha demostrado que la evolución (la correcta evolución digamos, sin personajes y/o situaciones forzadas que favorezcan al temido rating, en detrimento de la esencia del guión original y por ende del seriado en sí) es posible en la pantalla chica.


Desde el principio, el personaje de Gil Grissom (William Petersen), un científico reputado, de edad madura y de una exquisita educación, ha marcado el eje en torno al cual se mueven y desarrollan los personajes y las tramas; algunas veces con mayor presencia que en otras, pero siempre dejando su impronta a través de un personaje magistralmente demarcado e interpretado.


Durante ocho largas temporadas, el Supervisor Gil Grissom ha llevado adelante el laboratorio criminal de Las Vegas, sus vicisitudes y la de sus integrantes, de una manera impecable desde el punto de vista ético y administrativo, pero indiscutiblemente menos prolijo desde la perspectiva de lo humano. Se trata de un personaje muy cerebral a la hora de enfrentarse al mundo, descaradamente analítico (y así lo hace saber a quién lo interrogue o provoque algún comentario de su parte, los cuales suelen ser mortales para sus oponentes) y carente (en apariencia, pues en realidad si se estudia la evolución del personaje es posible encontrar cambios en esta conducta) de habilidades sociales que le permitan interactuar de una manera más “normal” con su entorno y sus compañeros de trabajo, los cuales –más que amigos- constituyen su familia.


Precisamente, esa engañosa falta de habilidades sociales obliga a Grissom a enfocarse en su verdadera y auténtica pasión: su trabajo. Aunque esa fascinación dista mucho de ese fanatismo exacerbado de los workacholic; pues su avidez se focaliza más bien en la adquisición del conocimiento, en la profundización de aquello que creía saber y en la sorpresa (bastante grata, a mi juicio) que ello provoca.


Por eso sorprende que casi al finalizar la sexta temporada, Gil y Sara Siddle (Jorja Fox), ex alumna de Grissom y actual compañera de trabajo, confiesen una relación de al menos dos años; pues tal cosa nunca fue clara en ninguna de las temporadas previas. De hecho, Grissom expone (capítulo 12, cuarta temporada) –indirectamente, desde luego- sus sentimientos con respecto a Sara durante un interrogatorio a un sospechoso que, a diferencia de él, había sido capaz de afrontar sus sentimientos hacia una mujer más joven (Grissom sobrepasa los cincuenta, Sara es una mujer de treinta y tantos) poniendo sobre la mesa las condiciones de esa relación, aun cuando –desde la perspectiva del científico- aquélla pareciera no tener un futuro promisorio. Es en el transcurso de este episodio que la complicada relación entre estos dos personajes se esclarece ligeramente a los ojos de los espectadores; y es el punto de partida de mi epifanía.


Si hacemos a un lado el hecho de que no es la diferencia de edad el punto focal de la serie para plantear la relación, sino la obsesión (yo diría más propiamente la necesidad) de Grissom por su trabajo; es posible entonces aproximarnos a la relación de pareja desde otro ángulo. Enamorarse es posible, sólo que nunca será cómo, dónde o con quién te lo imaginas. Gil y Sara se descubrieron enamorados a pesar de la edad, de su entorno, de los demonios internos que cada uno llevaba consigo; de la incapacidad de uno para relacionarse y de la inhabilidad de la otra para adaptarse a esa situación. Enamorarse puede ser una sorpresa. Puede ser un sentimiento resistente (hasta un punto razonable) y puede ser lo único que tengas al final del día. Finalmente, el amor puede ser lo único que necesites (muy a lo John Lennon) para reinsertarte en el mundo junto al resto de los mortales. Pero enamorarte exige algo, y Grissom lo deja muy claro: You risked it all. Debes arriesgarlo todo para que sea pleno; para que su validez sea inobjetable. Y eso es algo a lo que muchas personas no están dispuestas.


El amor no tiene cabida en un mundo inalterable. Sí vives en tu espacio de seguridad y no permites que la vida altere ese espacio, jamás te enamorarás. No se trata de una decisión sencilla (al menos no para personas como Grissom y como yo, por ejemplo, para los que la experiencia de enamorarse implica más que dejarse llevar por un sentimiento), pero es una decisión que tarde o temprano te verás obligado a tomar. En mi caso, la epifanía fue precisamente esa: enamórate, amar es posible a pesar de todo, si es que estás dispuesto a pagar el precio.


En la novena temporada (actualmente al aire por el canal AXN), durante el episodio denominado One to go, un Grissom visiblemente agotado, física y emocionalmente, toma la decisión que había postergado durante buena parte de su vida. Desde luego, no sin que ello se cobrase el respectivo precio. De esta manera, el afamado supervisor del turno nocturno, el profesional de trayectoria intachable, el trabajador incansable, lo deja todo y corre a algún lugar en medio de la selva costarricense, en la búsqueda de la mujer que le alteró el mundo; abandonando además, con ese gesto, la que había sido su vida hasta ese momento y también la serie.


La pregunta obligada: ¿Valdrá la pena?

Ahí se las dejo…