lunes, 21 de octubre de 2013

Para que entiendas mi forma de amar



Otras podrán decir que te aman… como seguramente dirán…
Pero ellas no son yo, ni lo harán como yo lo habré dicho,
Porque cuando digo que “te amo”, no lo diré como ellas,
no será parecido, ni su valor será igual.

Este amor, mi amor,  es pasión, compañía, necesidad y olvido,
Es anhelo de estar juntos o las alas para volar,
Es la fantasía, la magia; la tuya, la mía, la realidad.

Mi amor no tiene límites, ni está condicionado,
Porque tu amor, para mí, tiene más valor si es libre,
Incluso si no hay un “nosotros” o futuro posible,
Mi amor quiere, por encima de todo, tu felicidad…

Y ahora que ya decidiste,
Que has librado a mi alma de la tortura de esperar,
Mi amor es un tesoro valioso…
Uno que ya no tendrás.

Porque en absoluta certeza,
De que ahora sí entiendes
mi forma de amar
Puedo decir que te amo
Ahora que decides irte
Y yo te dejo en libertad.

viernes, 16 de agosto de 2013

La H es muda... no invisible



Si te digo que se escribe “con” en lugar de “de”, por poner un ejemplo, puedes tener la seguridad de que lo hago con base en mis estudios académicos, seguidos, aprobados y avalados por una universidad reconocida, que me confirió, conforme a sus normas y lineamientos, una licencia que me acredita en los referidos estudios. Si eso no te basta, quizás sea oportuno mencionar que en determinado momento decidí actualizar dichos conocimientos con el estudio, seguimiento y aprobación respectiva de una maestría, avalada también por una universidad que me confirió el grado respectivo, en correspondencia con el cabal cumplimiento de los requisitos por ella exigidos.

Si aún así eso no es suficiente para ti, a la fecha cuento con la experiencia que me proporciona casi una década de ejercicio de mi profesión, siempre en el contexto de la ética, la responsabilidad y el profesionalismo… Si aún así, a pesar de lo anterior, decides escribir “de” en lugar de “con”, para seguir nuestro ejemplo anterior, entonces deberás asumir la responsabilidad por lo que escribes y por las decisiones que tomas respecto a ello. Ten la seguridad, de igual forma, que en lo que a mí respecta, yo estaré satisfecha con mi trabajo y mi conciencia… Pero eso no te excusa, ni evitará que considere lo anterior como una falta de respeto hacia mí como profesional.

Del mismo modo en que no darías indicaciones al médico que te opera, o al abogado que te asiste legalmente, porque respetas su conocimiento del área (aspecto en el cual, seguramente, no tendrás ninguna competencia); en esa misma medida exijo respeto para mi área y mis conocimientos. Entiendo que el lenguaje, como sistema que es, se encuentra en constante evolución y es susceptible, en consecuencia, de sufrir modificaciones. Y es en ese contexto que estoy dispuesta, y en el que valoro profundamente, la crítica (así como la argumentación) en pro de la construcción, colectiva y, sobretodo, positiva de nuestro idioma.

Lo que no estoy dispuesta a tolerar es que, sobre la base de modas, estado anímico o absoluto desconocimiento, pretendas desechar mi experiencia en el área, así como los conocimientos que he apre(he)ndido de otros, con más sabiduría y la suficiente altura, moral y ética, como para pronunciarse con argumentos lógicos y valederos.

Como dicen por allí, nadie muere de ortografía. Y probablemente no habrás perdido nada por ignorar mis humildes consejos y escribir como desees… a excepción de mi respeto, claro está… y la valiosa oportunidad de quedarte callado y dejar que tu falta de competencia en el área pasara desapercibida.

No es que considere que escribir incorrectamente esté mal, y sé perfectamente bien que los juicios sobre las y los que serían responsables de tal condición, proporcionarían suficiente material como para que sea tema de otro ámbito. Cometer errores (válido para la vida y la ortografía) no es lo malo, y eso es algo en lo que insistiré toda mi vida. Lo negativo, reitero, es no aprovechar las oportunidades que se nos brindan para aprender de ellos y corregirlos.

Culmino estas palabras recordando que el lenguaje es pieza fundamental, si no la base, que permite la estructura de tu pensamiento. No lo olvides la próxima vez que la flojera te gane la partida por poner un acento, te saltes las comas y/o los puntos, o te valga madres si va con “s” o “c”. Así como escribes, así piensas y estructuras tu mundo… y eso, bien o mal, lo demás lo notarán. Como la “H”… muda y todo, pero existe.



Milagros Arteaga
Orgullosa Licenciada en Letras
Magister Scientiarum (sí, en latín y todo) en Estudios Literarios.

lunes, 15 de julio de 2013

Hannibal



La simple sugerencia de la realización de un acto de canibalismo humano produce una suerte de escalofrío que recorre la espina de cualquiera. Fijado con una impronta indeleble en nuestro código genético, el canibalismo es una imposibilidad biológica para cualquier miembro de una especie, pero particularmente de la nuestra. Simplemente no podemos comernos unos a otros. Punto.


La depredación, eso ya es otra cosa. Y se admite con menos prurito moral, ético y bio-psico-social que el canibalismo. Ocurre: consumimos carne de otras especies (con mayor o menor afectación en unos que en otros, desde luego, pero eso es asunto de otra entrada) sin que ello suscite pensamientos a posteriori que te impidan conciliar el sueño.


Pero, repito, si un humano consume carne de otro humano, puede generar con sus acciones, aún cuando se trate de una simple sugerencia, las reacciones más arrebatadas y apasionadas… y pocas, por no decir ninguna, serán positivas.


Cuando hablamos de Hannibal Lecter, el caníbal más famoso de nuestro imaginario moderno, las posibilidades se expanden. En principio, su origen ficcional hace más fácil el acercamiento: podemos juzgarlo, prejuzgarlo, analizarlo, intentar entender su conducta, justificarlo, con mayor o menor éxito, etc., en una suerte de ejercicio reflexivo que culminará cuando su presencia en pantalla (por alguna razón atrae más la interpretación del personaje en filme que la construcción literaria) concluya.


En segundo lugar, las posibilidades interpretativas del personaje, tanto de quien le da vida en pantalla como de quien lo produce o lo escribe, puede dar cabida a múltiples perspectivas, todas ellas muy enriquecedoras para aquellos que tenemos la sana costumbre de ver más allá de lo evidente.


El personaje, desde su constructo literario, ha hecho gala de un contexto psicológico bien particular que es el que lo define y determina. Bryan Fuller (Pushing Daisies) lo ha entendido muy bien y así lo demuestra en cada episodio del thriller que ha traído de nuevo al Dr. Lecter a nuestras vidas.
El Gran Dragón Rojo y la dama revestida de sol
Basada en el texto El Dragón Rojo, la serie relata los orígenes del Dr. Lecter como asesino. Con absoluta delicadeza intelectual, los personajes de Hannibal se desarrollan en un entorno que, si bien no deja de ser oscuro, atrae, resulta fascinante y atemorizante al mismo tiempo. Llena de impulsos absolutamente humanos, de extrema tensión psicológica pero también de sensualidad y seducción, la serie nos muestra personajes muy humanos con conflictos internos comprensibles, asequibles, los cuales podemos considerar antes que juzgar.


La fotografía es impecable y responde a los estándares marcados por los textos de Harris, pero honrando a la cinematografía del género que debe su cuota también a este icónico personaje. Conjuntamente con una banda sonora que no puede catalogarse de otra forma que no sea conmovedora, cada episodio de la serie se convierte en una degustación destinada a satisfacer al más exigente de los paladares.


Actuaciones destacadas constituyen la guinda de un pastel exquisitamente concebido en el que nada obedece al azar o es capricho del destino. De la mano de Laurence Fishburne, Mads Mikkelsen (cuya interpretación nada tiene que envidiarle a la de Hopkins), Hugh Dancy y la mismísima Gillian Anderson (The X Files), los personajes de Harris adquieren una dimensión y profundidad bien particulares.


Laurence Fishburne, si bien es una pieza reconocida en el fichaje de esta serie, no constituye su principal atractivo. Mads Mikkelsen, un actor -y bailarín- danés desconocido para estas latitudes, sí que lo es. En su interpretación, Mikkelsen ha conjugado a la perfección los aspectos más relevantes de la personalidad de Lecter, al punto de hacerla absolutamente irresistible. Es en extremo educado, hábil, caballeroso, de gusto exquisito, sumamente inteligente… Un paquete tentador. Su puesta en escena es impoluta y su sola presencia te obliga a contener el aliento, por una razón o por otra.


La de Anderson ha sido también una interesante adición al staff de Hannibal. Reconocida por su popular interpretación de la Agente Scully en The X Files, Anderson presta su imagen para encarnar a la psicoterapeuta de Lecter, la Dra. Bedelia Du Maurier, con quien ha desarrollado una relación particularmente llamativa (cuando menos para esta primera temporada) orientada a brindarnos muchos detalles que contribuirán a desvelar la personalidad de ese Lecter que no se conoce sino en los libros de Harris.


Por su parte, la interpretación de Hugh Dancy conmueve en el más estricto sentido de la palabra. Es el antagónico perfecto de Lecter y coloca en perspectiva cualquier circunstancia acaecida entre ellos. Su relación es tirante, compleja, dispareja… pero también es la más honesta de todas las que se gestan en el seriado (salvando, desde luego, el detalle de la descarada manipulación de Lecter). También, por esa misma razón, tiene el peso dramático de la trama.


El resto del casting está integrado por actores que puede que no reconozcamos de primera línea pero que han sabido escoger bien sus papeles previos, lo que los dota de cierto respeto dado el cariz artístico de sus elecciones.


Sobre el guión podrían escribirse muchas cosas. Si bien la crítica, y el público, tienen opiniones encontradas al respecto, se coincide en el hecho de que es fiel al texto original. Desde mi perspectiva, creo que hace algo más: lo presiona, lo lleva al límite y transforma lo que requiere ser transformado, dado el medio en el cual se desenvuelve ahora. En su defensa, diré que sobresale de todo lo que, televisivamente hablando, se ha estrenado en 2013, pues Hannibal honra, con su escritura, lo más valioso que debería poseer todo espectador: su inteligencia.


La pièce de resistance, finalmente, la constituye el cuidadísimo aspecto culinario. Asesorados por el chef español, José Andrés, los productores de Hannibal nos ofrecen platos llamativos, atractivos a la vista, cuyo colorido le disputa el protagonismo a cualquier toma al resaltar, sin abusar, las cualidades más atractivas de cada receta.


El proceso culinario, así como su destacado resultado, sobresale con frecuencia, por encima del tono lúgubre, propio de cada escena en la que aparecen. Y tiene la importante responsabilidad de contextualizar las emociones y situaciones en las que se ven inmersos aquellos personajes que, para su fortuna o su desgracia, comparten la mesa del carismático doctor.


La sugestiva presentación de cada plato enmascara, como cabe suponer, otra intención, pero resulta sencillo dejarse tentar por la maestría culinaria de Lecter. Un arte que Hannibal domina muy bien, y que nos hace olvidar, la más de las veces, que el sustrato de la trama es el impulso de su protagonista por el consumo de carne humana.


En todo caso, si Hannibal no te atrapa en sus inicios, seguramente lo hará en el transcurso de la serie pues tiene potencia en sus interpretaciones, una historia tan definida como puede estarlo para sus espectadores, cuidados detalles de pre, producción y postproducción; y el aval de sus creadores que, aunque apostaron a un personaje conocido, lo hicieron con la plena conciencia de la inherente necesidad de reinventarlo para una nueva generación (y para la anterior, sin duda alguna).


Se trata de una serie imaginada para televidentes pensantes, inquietante, provocadora, inteligente, de buen gusto, a pesar de la sangre y las tomas abiertas a cadáveres y heridas punzo penetrantes, que sirve lo más perturbador pero esencial del aspecto y de la conducta humana: su vulnerabilidad, como plato principal.

Bon apetit!


Imperdibles:




  • Sin duda alguna, la actuación de Mads Mikkelsen. Ha reinventado totalmente al Dr. Lecter, cosa difícil de lograr con un personaje tan conocido.
  • El final de la primera temporada (Y la primera temporada completa). Uno de los mejores que he visto en mucho tiempo.
  • La fotografía. Interpreta y expone de manera magistral el mundo interior de los personajes, así como el contexto de las situaciones.
  • Los guiños de la historia. Hay que estar muy atentos para no perderse referencias contenidas en los textos o en filmes previos, particularmente The Silence of the Lambs.
  • La aplicación de segunda pantalla de AXN. Muchos comentarios y detalles se dan a conocer o se aprecian mejor desde esta plataforma.