miércoles, 12 de octubre de 2011

Las reglas del juego

Hace unos días escribía sobre la necesidad de tomar las riendas de la vida y acallar murmullos de terceros que sólo interfieren, y que en nada contribuyen con el progreso interno, intelectual o emocional de cada persona.

Hoy quiero concentrarme en la necesidad de no conformarse. Pues si bien tomar las riendas significa dar pasos hacia alguna dirección (no necesariamente hacia adelante, aunque eso sería lo ideal), tampoco es menos importante que esos pasos no se den a tontas y a locas... o sólo porque deben darse.

Creo firmemente en que, llegado el momento, deberás actuar, independientemente de si tienes el norte claro o no. Pero el sentido crítico juega aquí un papel fundamental para evitar que te desbarranques y el resultado sea aun peor que las circunstancias que te hicieron actuar en primera instancia.

Aceptar lo que la vida te pone en el camino forma parte del juego... Por fortuna, tenemos también el derecho a no tomar aquello que se nos ofrece, si es que no estamos del todo conformes. ¿Debo decir que sí a una circunstancia, acción, o situación sólo para acallar las voces (las del entorno y las internas, valga decir)? Una cosa es apostarlo todo por lo que deseas y otra, muy distinta, es correr el riesgo con una mano que, sabes, no va a dar resultado.

Sin embargo, humanos al fin que somos, muchas veces nos enfrascamos en las peores jugadas, seguros de recibir cada vez un resultado diferente (¡oh, Einstein cuánta razón hubo siempre en esa despeinada cabeza tuya!). Empecinados, seguimos apostando sin pensar, sin analizar... por instinto.

Hoy sé que no voy a ganar; mañana, quién sabe... Ese pensamiento nos mantiene vivos, en movimiento, o al menos así nos parece. Y justo cuando los dados caen, y una vez más el resultado nos es adverso, sucede lo peor que podemos hacer: conformarnos. Así es el destino, esa es la suerte...

Luego de los más recientes acontecimientos en mi vida, los cuales me han dado la fabulosa oportunidad de la perspectiva; estoy más que convencida de que, efectivamente, tal como lo afirmé hace algunos días, hay que dejarse de macanas y lanzarse al ruedo, pero hacerlo (y aquí va la más reciente reflexión) no está casado con la posibilidad de obtener el resultado que aspiras, en las condiciones en las cuales lo requieres o necesitas, ni tampoco supone modificar el resultado o las consecuencias que tal acto conlleven, sin importar cuánto lo desees...

De ser ese el caso, no desperdicies la maravillosa oportunidad de evolucionar, de crecer, de aprender la lección y pasar a la siguiente página. Si luego de tomar las riendas descubres que ese no era el camino, o no obtuviste el resultado que esperabas, haz algo inteligente -por Dios, hazlo- y asúmelo como una oportunidad de cambiar de rumbo, de adaptarte, más no te conformes... al fin y al cabo nunca sabrás si la próxima vez sea tu día de suerte...

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