Desde
que tengo memoria, Lewis Carroll ha fascinado mi imaginación con su
archiconocida historia “Alicia en el País de las Maravillas” y
“A través del Espejo y lo que Alicia encontró allí”. Entendí,
con mi llegada a las letras (de manera profesional, quiero decir) que
la complejidad de su autor se reflejaba cristalinamente en cada
capítulo de esta historia y que, a la postre, esa complejidad era un
poco también la del mundo. Aún hoy me sorprende descubrir
arquetipos que no había descubierto en una lectura anterior.
La
relación arquetipal que tan fácilmente se establece con estos
textos, da lugar también a múltiples interpretaciones por parte, no
sólo del que lee, sino de aquel que desea reinterpretar sus páginas.
Así, hay tantas versiones del popular cuento (dudo siempre a la hora
de catalogarlo como infantil)
que es una tarea titánica
encontrar un ejemplar que reproduzca fielmente la propuesta original
de Carroll. Sin embargo, para los que nos encontramos aún hoy
imbuidos en su fascinante complejidad, es posible reconocer una
excelente reinterpretación de la historia.
Eso,
ni más ni menos, es lo que descubrí con el film “Alice
in wonderland” del controversial director (y uno de mis favoritos,
valga decir) Tim Burton. Este californiano logró, aún con las
evidentes modificaciones a la historia original, mantenerse fiel a la
propuesta de Carroll. Así, el filme
se fundamenta en una serie de elementos, personajes y acciones
contenidas en el poema Jabberwocky publicado
por Carroll en A través del espejo...
En
perfecta armonía con las acciones de los personajes, y manteniendo
los cuestionamientos esenciales del texto a lo largo de todo el
filme, tales como
quién
eres, o a
dónde quieres ir, Burton logra la fórmula perfecta para reinventar
a Alicia... y, de
paso, para homenajear a uno de los escritores británicos más
controversiales de su época (y de las posteriores).
No
obstante, y más allá de la proeza que significa reinventar un
clásico tan multifacético para un público difícilmente
impresionable, quiero llamar la atención sobre el hecho que supone
equiparar el complejo mundo interior de Burton con el no menos
dificultoso, y casi desconocido, mundo interior de Carroll.
Burton
no se deja avasallar por los personajes de Carroll, tan conocidos por
todos los públicos, ni se somete por entero a la iconografía de
Alicia... Muy por el
contrario, se mantiene fiel al aspecto gótico y oscuro
característico de su obra fílmica, pero cuidando de no transgredir
la historia. Dentro del “frabulloso” mundo de Alicia no
extrañamos el tablero de Ajedrez, ni los naipes guardianes de la
Reina Roja, al mismísimo Jabberwocky, ni tan siquiera al pájaro
Dodo. Sólo Humpty Dumpty, puede darse por extraviado en esta nueva
versión, quizás porque su función en el texto original como
esclarecedor de los términos contenidos en el poema referido al
Jabberwocky, le restarían efecto al guión.
Mención
aparte merecen las interpretaciones de Jhonny Depp y Helena Carter
Bonham como el Sombrerero y la Reina Roja, respectivamente. Más allá
del derroche de maquillaje y de efectos especiales, estos actores
lograron conectar tanto con la esencia de los caracteres como con la
propuesta cinematográfica, haciéndolos absolutamente
multidimensionales, muy humanos y definitivamente asequibles. Es
posible comprender a la Reina Roja y su consecuente trauma, el cual
la inclina a cortarle la cabeza a todo el mundo, como posible es
también entender el enrevesado proceso que tiene lugar en la cabeza
del sombrerero a la hora de realizar asociaciones mentales...
Es
posible también, por efectos de un excelente guión, vislumbrar
otras facetas de Alicia propias
del proceso de autodescubrimiento que se desarrolla durante este
regreso a Wonderland,
y que constituye, a mi
juicio, el eje central de este filme. De
esta forma, la Alicia adulta
que duda y lleva dentro de sí
el peso de las emociones
encontradas, propias del hecho de crecer, reconoce
en sus remembranzas a la Alicia niña.
Descubre entonces que su
esencia se mantiene intacta, muy a pesar de la persona que es ahora
(adulta), lo que
paradójicamente la
hace diferente pero también
la misma persona. En este
torbellino emocional, nuestro personaje logra conectar con el menos
cuerdo (al menos en apariencia) de todos los individuos con los que
pudiese cruzarse en Infratierra: El
Sombrerero.
Más
que un personaje chistoso, casi accesorio, según
interpretaciones previas, se
transforma en un
especie de personaje
guía, con
la importante responsabilidad
de llevar a Alicia al término de sus
reflexiones. No
obstante, en
determinadas ocasiones
durante ese proceso, su
actitud cuasi paternal se transfigura, lo
que nos hace presentir que hay
otros sentimientos
que mueven al Sombrerero,
además de aquellos que nos
deja entrever. Alicia, que
corresponde a dicho sentir, se ve en la dicotomía
de escoger entre llevar a término su propio proceso interno,
volviendo a Londres, o permanecer en Infratierra
con las respectivas
consecuencias que ello
supondría para todos los involucrados.
En
todo caso, Alice in Wonderland constituye
una excelente pieza fílmica que nada tiene que envidiar a cualquier
otra de su época. Una que es
elemento clave dentro de la filmografía de Burton y que bien
puede convertirse en el referente cultural cinematográfico
de una era, llena
de avances tecnológicos impresionantes, sí, pero que
no contaba (hasta ahora) con
ninguna propuesta susceptible
de trascender el contexto histórico que la vio nacer para
convertirse en eso que nos encanta a los cinéfilos, y que solemos
denominar como Clásico.
Imperdible:
Las
actuaciones de Jhonny Depp y Helena Carter Bonham; la impecable
edición y los
efectos especiales. Imperdible
es también la
banda sonora, a cargo de
Danny Elfman,
la cual tiene
un elemento clásico
muy bien logrado. En su
aspecto moderno encontramos
a la jóven Avril
Lavigne
con el tema Alice.
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