jueves, 26 de marzo de 2009

LEY DE PROTECCIÓN ANIMAL

Más conozco a la humanidad,

más quiero a mi perro.


Recientemente me topé con una nota, publicada en el diario Últimas Noticias del día 26-03-2009, curiosamente en la página 8 (digo curiosamente dado el tópico que trata), a tres columnas, cuyo título decía lo siguiente: Legislan sobre el maltrato a animales.


En nuestro país, del cual dicen algunos que es un territorio sin ley, un grupo de parlamentarios se ha tomado la molestia de sancionar un edicto que involucra a esos extraños seres –que nos acompañan incluso a su pesar, dependiendo de las circunstancias- llamados animales. Mucho hemos tenido que ver y mucho hemos tenido que esperar aquellos que, quizás con una sensibilidad más exacerbada que otros, sufrimos y padecemos como propios los tormentos a los que son sometidos muchos animales por acción del ser humano, quien escudándose en una supuesta superioridad intelectual, comete abusos y vejaciones en su contra.


Desconozco el contenido de la Ley per se, pero según indica la nota, la discusión de la misma se ha visto entorpecida por la influencia de factores como la libertad de culto, costumbres, religión, etc. Esto se ha prestado para que –como cabe esperar en cualquier país democrático- surja el debate entre los representantes de cada sector: organizaciones conservacionistas, toreros, coleadores, jugadores de gallo, miembros de la religión Yoruba, por mencionar tan sólo a algunos. Según la Ley, el sacrificio de animales estaría expresamente prohibido, así como aquellas prácticas en las cuales se propicia la muerte o maltrato al animal (corridas de toro, peleas de gallos, toros coleados); aun cuando quedaría a potestad de cada municipio y/o comunidad la posibilidad de decidir sobre la realización de este tipo de espectáculos.


Con base en lo anterior, vienen a mi mente dos cuestiones sobre las que, considero, no se ha meditado lo suficiente: En primera instancia, ¿qué utilidad puede tener una ley que deja a discreción de la comunidad o del municipio lo que debería ser potestad del estado? ¿Es realmente funcional? El maltrato animal debería ser sancionado indistintamente de las condiciones bajo las cuales se produzca. No hay medias tintas tratándose del maltrato al infante, por ejemplo. Si un padre abusador castiga a su hijo al punto de causarle alguna herida bajo el pretexto de educarlo, ese padre recibe (o debería recibir, eso ya es harina de otro costal) el castigo que la sociedad y la ley juzguen adecuado. ¿Por qué no pueden gozar los animales de un tratamiento similar? ¿Es más inocente el niño que el perro, que el toro o el gallo que mueren bajo la etiqueta errada del entretenimiento o el sacrificio? ¿A qué denominamos entonces maltrato? ¿Es maltrato si la herida se le infringe a un niño pero no cuando el perjudicado es un animal? Se trataría, a mi entero y absoluto juicio, de una muestra irrefutable de doble moral.


La segunda cuestión que llamó mi atención en torno a este caso es, precisamente, la definición de maltrato. Tratándose de animales creo que no sólo la muerte –o más propiamente el trato que deriva en la muerte- de estas pobres criaturas debería ser considerado como maltrato. Hay tanto maltrato en una corrida de toros como en un espectáculo acuático en el que un animal es separado de su entorno natural para vivir en condiciones nefastas, sólo para el entretenimiento del humano. Es tan grave el dolor del gallo que es obligado (en una acción que se ve reforzada por el uso de implementos de fabricación humana) a morir en una pelea, sin un fin útil aparente más allá del divertimento humano, como la humillación que debe padecer un animal tan noble como el león que ve pasar sus días encerrado en una jaula, obedeciendo instrucciones tontas que nada tienen que ver con sus instintos o su comportamiento habitual en el hábitat que le vio nacer. Ni que decir de los perros y gatos, los eternos maltratados, muchos de los cuales ven pasar sus días en la más absoluta de las miserias, consecuencia de la peor de todas ellas: la humana.


Mal nutridos, enfermos y –lo más terrible del caso- solos, olvidados del mundo y de la raza supuestamente superior que debía velar por ellos, los vemos vagar por las calles, mendigando con aquellos enormes ojos y un discreto meneo de la cola, un trozo de comida y otro tanto de cariño. ¿Qué futuro hay para ellos? ¿Por qué el castigo para aquellos que los han colocado en esa situación debe depender de condiciones subjetivas, de lo que sea costumbre, o lo que se cree es religioso? ¿Hasta cuándo el hombre deberá demostrar su supremacía subyugando a los que, indefensos y sin voz, nada pueden argumentar?


Una vez más, como siempre que este tema me lleva a meditar sobre la auténtica evolución de la raza humana, me quedo con más preguntas que respuestas y un extraño sabor de boca. Aplaudo la iniciativa de legalizar en este país la condición de los animales, en cuanto al trato y al abuso. Más no puedo dejar de pensar en lo tortuoso que ese camino, apenas incipiente en este momento, se presenta ante nuestros ojos.


Mientras tanto, una criatura ha esperado paciente que termine de jugar con el teclado, observando cada movimiento de cerca al ritmo acompasado de su cola, detallando todo con sus enormes ojos negros, esos cuya sinceridad no podría ser más genuina, y que claman suplicantes que abandone estos pensamientos y le dedique un poco de atención, sólo eso: un poquito de atención…


1 comentario:

  1. Genial... Simplemente... Yo también amo cada dia más a mis 3 perras!!!

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