miércoles, 22 de julio de 2009

LA MODA DE LO VERDE. UNA TAREA INCONCLUSA



Lo verde está de moda. Basta echar una mirada a la prensa nacional para darse cuenta de esta realidad: existe una incipiente conciencia –real o no- hacia la conservación ambiental que invita a revisar algunas conductas destructivas hacia el planeta, las cuales resultan nocivas para la supervivencia de la especie humana, animal y vegetal.


De una manera alarmante, se han incrementado las denuncias sobre los daños que el hombre ha causado al ambiente con el correr de su “evolución”. Los casquetes polares se derriten, cambiando el curso de las mareas por acción de las corrientes marinas y alterando el clima propio de algunas regiones, ocasionando fenómenos tan asombrosos como dañinos, tales como la caída de nieve en lugares donde nunca antes había nevado o la prolongación de las temporadas de sequía o de lluvia en otros.


La perspectiva es alarmante, de eso no cabe duda. Y es evidente también que a la vista de los grandes cambios que se están generando en el planeta, es necesario tomar acciones lo antes posible para subsanar los daños causados que aún puedan ser reparables. No obstante, y a pesar de las buenas intenciones de conservacionistas, personal especializado y público en general, la tarea aún está inconclusa.


Se puede leer en la Revista eme en su edición del 04.06.09, cualquier cantidad de consejos prácticos para propiciar la saludable política del reciclaje, tanto en el hogar como en el trabajo. Por ejemplo, entre las 20 acciones para cuidar el planeta sin esfuerzo nos encontramos con que es posible clasificar la basura, separándola en grupos como desechos orgánicos, aluminio, plástico, papel y vidrio. Casi de inmediato surge la pregunta: Una vez que haya hecho eso, ¿en dónde lo boto?, ¿la compañía recolectora de basura de mi comunidad valorará el importante esfuerzo que se ha puesto en la separación de los desechos y los procesará de la manera que resulte más amable para el planeta?


De inmediato, otro ejemplo. El consejo Nro. 15 reza lo siguiente: Cuando cocines y uses aceite, no lo botes en el fregadero, pues contamina gran cantidad de agua potable. Pregunta: ¿en qué lugar puedo disponer, entonces, de los desechos de aceite si es ecológicamente nocivo para el planeta hacerlo por el fregadero? ¿Cuál sería, entonces, la manera correcta de desecharlo?


No niego que las intenciones del autor del texto, como las de muchos otros, hayan podido ser legítimas, pero resulta evidente que el trabajo no es cuando menos concluyente a la hora de presentar alternativas para el hombre de a pie que desee, desde su trinchera, aportar su granito de arena en la complicada lucha ecológica por la conservación de nuestro planeta.


Otro caso que siempre me ha llamado la atención en relación al tema, es el de los teléfonos celulares. Los múltiples componentes que se emplean en su fabricación los convierten en tóxicas y nocivas armas químicas que contaminan todo lo que tocan: agua, suelos, tierra… Es, y lo digo sin temor a equivocarme, uno de los desperdicios más difíciles de clasificar y desechar.

Con la carrera tecnológica en pleno apogeo, se hace imprescindible encontrar una manera adecuada de disponer de estos desperdicios que, lejos de contribuir con la evolución del hombre, lo retrotraen hasta el más grave de sus estados: la inconciencia.


¿La solución? Desechar los celulares y sus componentes más contaminantes (especialmente las baterías) en los lugares especialmente dispuestos por las compañías fabricantes para tal fin. Pregunta: En nuestros países latinoamericanos, en donde sin duda habrá una que otra sucursal de las cacareadas compañías pero nunca un centro especializado como el que se requiere, ¿qué lugar sería ese?


Ante la falta de una respuesta adecuada por parte de los expertos –a estas y a otras tantas preguntas- la solución es siempre la misma: todo va al mismo lugar, sea éste el cubo de la basura de la cocina, el de la oficina, el fregadero o el basurero municipal.


La información, tratándose de ecología, parece ser siempre incompleta. De esta forma, de cualquier intento por participar de la construcción de un mundo mejor no queda otra cosa que meras intenciones, una especie de lavado de conciencia que termina por no aportar nada, pero que deja el sabor de boca de haber hecho lo que tocaba (incluso cuando tal cosa no sea verdad), con la certeza de que el dicho que reza: la intención es lo que cuenta, es más que suficiente para justificar la resultante inacción.


Las políticas conservacionistas se convierten en una especie de moda que entra en vigencia cuando las consecuencias de nuestra imprudencia se hacen alarmantemente notorias (extinción de especies, mutaciones, desastres “naturales”, etc.), y que pasa –como todas las modas- cuando algo nuevo surge o el interés por aquello que lo originó, merma hasta desaparecer.


Por desgracia, no habrá revival posible para nuestro planeta cuando los recursos que nos ofrece, que son únicos e irrepetibles, se hayan extinto… Ese es un lujo que nuestra madre tierra no se puede dar… y tampoco nosotros.

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