miércoles, 13 de mayo de 2009

LA PASIÓN DEL PADRE ALBERTO

“La vida está llena de imperfecciones,

y yo soy parte de este mundo imperfecto”.

Padre Alberto


De escándalos y líos que involucren a la iglesia católica, podría decirse que estamos más que saturados. No pasa un día sin que la ya vapuleada religión católica reciba un nuevo golpe que coloque en tela de juicio el liderazgo y permanencia de esta religión en el cambiante mundo moderno. No es descabellado pensar que, lejos de evolucionar, la religión católica ha ido involucionando, al punto de hacerse prácticamente incompatible con su entorno.


Encasillado en principios dogmáticos arcaicos, casi inoperantes en la dinámica del siglo XXI, el catolicismo sucumbe ante las muchas preguntas sin respuestas de sus –ya no tan- fieles, quienes deben voltear la mirada hacia otras prácticas religiosas más satisfactorias y quizás menos prejuiciosas. La iglesia católica perdió en algún punto su razón de ser, dejó que sus bases se corrompieran tras el poder que otorga el dinero y la politiquería, y abandonó, en su locura, al más importante de sus elementos: el ser humano.


Desde entonces, la permanencia de la iglesia –que no la de la fe católica – en el mundo actual depende, probablemente como nunca antes, de la persistencia de sus feligreses, de su necesidad de seguir creyendo a pesar de las decepciones y de la evidente presencia de una doble moral con la que se le juzga desde el mismo púlpito y se le conmina a actuar. Queda claro que las reglas del juego no son las mismas para todos. Aquellos que nos hemos alejado de la iglesia, de seguro lo hemos hecho con la certeza plena de que aquello que predica se aleja, por mucho, de lo que las (supuestas) sagradas escrituras exponen, pues curas y monjas deshacen con sus acciones lo que sus propias palabras (supuestamente amparadas en la biblia) pretenden sostener contra todo pronóstico.



La encarnizada lucha entre el catolicismo y las prácticas sexuales de la humanidad podría, con facilidad, encabezar la lista de reglas antinatura y de doble moral en las que la iglesia pretende fundamentar su dogma. ¿Su paradigma? El celibato. Así, monjas y curas católicos enarbolan esa bandera, escudando su amor a Cristo en la (una vez más supuesta) abstinencia del pecado que provoca la carne, como si la prostituta que a duras penas logra sobrevivir fuese menos católica por el simple hecho de ganarse la vida mediante el comercio sexual, o el adolescente que compra una playboy, o el hombre maduro que ve pasar las horas en un bar nudista.


Con una absoluta falta de mesura, se juzga al feligrés que osa transgredir la norma… a un lado queda el hecho, tan cierto como una catedral y tan convenientemente olvidado, de que somos humanos; y el sexo –más allá de las conductas antes expuestas, que para nada constituyen la norma- puede ser también la expresión de un sentimiento, forma parte de esa condición, de nuestra esencia, tan natural en nosotros como el resto de nuestras necesidades primarias.


Alberto Cutié, un ser humano como cualquier otro, tuvo las que podrían considerarse como expresiones amorosas hacia una mujer. Muestras de un sentimiento que bien habrían podido pasar inadvertidas como tantas otras que se ostentan en la calle, incluso menos recatadas que las suyas, sino hubiese sido por el hecho de que Alberto es un sacerdote, uno cuyo nombre no podía ser más público entre la comunidad latina que vive, tanto fuera como dentro de Estados Unidos. El Padre Alberto, como es conocido gracias a la popularidad de sus programas de televisión y a su activa participación en la comunidad, tuvo la osadía de comportarse como un ser humano, irrespetando según sus congéneres gremiales, su investidura eclesiástica.



De esta manera, sobre las tambaleantes estructuras del catolicismo moderno, cae esta dura roca que, paradójicamente, abre la posibilidad para que aquellos olvidados feligreses, que incluso con amargura se habían alejado de la religión católica, regresen con una fe renovada y con las esperanzas puestas en una nueva iglesia, gracias a la postura que –dignamente, creo yo- ha tomado el Padre Alberto, al reconocer su responsabilidad ante el hecho pero defendiendo también su condición de ser humano, uno que lleva pantalones bajo la sotana, y aún más loable, defendiendo su sentimiento ante la opinión pública.


“Estoy enamorado”, así sin mayor desparpajo lo ha confesado en un programa de factura norteamericana, y “no me arrepiento de amar a una mujer”, decía más adelante en esa misma entrevista. Sin inmutarse, sin golpes de pecho, sin meas culpas, así lo ha dicho y lo ha mantenido; “Dios me hizo hombre y después fui ordenado”. Con estas palabras, y contra lo que cabía esperar, el Padre Alberto ha conseguido más apoyo de la comunidad católica que la que cualquier alto jerarca de la iglesia, en su puritanismo más exacerbado, hubiese podido imaginar. Con su sinceridad, este sacerdote ha conseguido lo que muchos católicos no practicantes esperábamos: la renovación de la fe y la puesta en práctica de un catolicismo que acepte al ser humano como humano, sin juzgarlo por ser fiel a su propia esencia.


Si se predica que Dios es amor, entonces nada más sagrado hay. El amor es uno y el mismo, y es para todos... como el mismo Dios. Creo poder asegurar, sin temor a equivocarme, que no existe nada más difícil de encontrar que el amor. Que ese sentimiento sea recíproco entre dos extraños que se cruzan un día, es un milagro con todas las de la ley… que le ocurra a un hombre de fe, es corroborar la esencia misma de lo que se predica.


¡Bravo Padre! Gracias por su valentía, por admitir lo que no muchos están dispuestos a aceptar: la iglesia necesita renovarse. Gracias por no ceder a la obcecación de la iglesia católica que pretende tapar el sol con un dedo, construyendo pedestales para seres tan humanos como cualquier otro. Gracias por hacernos girar de nuevo el rostro hacia una religión que, para algunos, yacía prácticamente olvidada de tanta decepción. Gracias por hacernos ver lo obvio, aun cuando se repite una y otra vez: Dios es amor, y amor es todo lo que se necesita.

Finalmente, si de algo sirve, les dejo un pasaje de la biblia que me gusta recordar de tanto en tanto y que considero más que oportuno:

Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada.

Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin limites, cree sin limites, espera sin limites, aguanta sin limites. El amor no pasa nunca.

Primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios12, 31-13, 8ª.



7 comentarios:

  1. De acuerdo total!!! Es asi....

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  2. El del Padre Alberto es un caso que tiene muchas aristas, lo importante es lograr que se hable del tema para que no se convierta en un cura más que abandona el sacerdocio porque se enamora. EL problema es más complejo que eso, me parece. Anyway... Gracias amiga, por seguir leyendo y comentar.

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  3. si claro.. es complejo sobre todo por la doble moral... q el manejaba... Te digo q me impresiono ese caso, porque siendo como soy: no creyente y no catolica... ni me preguntes porque... sigo a ciertos personajes religiosos... (te juro...) Lo veia en la tele y parecia tan convencido!!! Pero no se... nadie esta tan seguro de nada y como dice Benedetti en un poema: pienso a veces en dios... bueno, no tantas veces... no me gusta robar su tiempo...

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  4. Muy tarde pero comento.
    El amor que un sacerdote debe mantener es el amor de Dios mismo, por eso hacen los votos al momento de ordenarse.

    Yo estoy enamorado de dos mujeres, una es mi esposa y la otra quisiera fuera mi amante, a las dos las amo igual, dame tu la solucion a mi problema. EL EJEMPLO DE ALBERTO FUE HAGAN LO QUE LES PLAZCA POR AMOR. Entonces me voy a cojer a las dos al fin de cuentas de las dos estoy enamorado. NO PECO PORQUE EL AMOR NO ES PECADO??

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  5. Mira Leonardo, respeto tu opinión pero no la comparto. En primera porque creo que estamos hablando del amor con dos concepciones muy diferentes. Por un lado, tú dices estar "enamorado" de dos personas, pero te garantizo que ninguna sabe de la existencia de la otra... y el único que sale "favorecido" con esta situación eres tú, pues según tus propias palabras te las vas a "cojer a las dos, al fin de cuentas de las dos estoy enamorado". En mi opinión eso no es amor, al menos no lo es para ninguna de las dos involucradas, dado que no te interesan sus sentimientos, sólo los tuyos y tu comodidad. Sé sincero con ellas, demuestra que las amas lo suficiente como para que sepan la verdad de lo que sientes y entonces hablaremos de amor y de pecado... El amor no es egoísta, tú sí.
    Gracias por comentar.

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  6. Muy lindo este artículo, ahora vuelven a atacar al Padre Alberto por tildar de hipócrita a la Jerarquía Católica y decir que sin los gays la Iglesia no tendría capacidad de funcionar. Verdades que nadie quiere escuchar...

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  7. Y eso que son los primeros en predicar aquello de que "la verdad te hará libre"!

    Gracias por sus palabras. No conocía de esas declaraciones, ya las buscaré porque el tema, como otros, me interesa particularmente. Gracias de nuevo por comentar.

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