martes, 5 de mayo de 2009

EL SISTEMA DE ORQUESTAS Y EL PRÍNCIPE DE ASTURIAS

El siguiente escrito forma parte de una serie que, ahora, pienso publicar sobre una agrupación que me apasiona y me llena de mucho orgullo: el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, también conocido como FESNOJIV, y la importante labor de su fundador e integrantes a lo largo de casi cuarenta décadas. Éste artículo en particular, debía ver la luz con motivo del premio Príncipe de Asturias a las Artes 2008, otorgado con justicia a nuestra orquesta y al Maestro José Antonio Abreu. Quizo la fortuna que se perdiera momentáneamente en el ciberespacio, siendo éste el momento propicio para darlo a conocer.

NdelA


Para todo aquel que se haya sentido orgulloso alguna vez de ser venezolano, la noticia de que nuestra –y nótese que recalco lo de nuestra- Orquesta Sinfónica Juvenil e Infantil de Venezuela se haya hecho acreedora del Premio Príncipe de Asturias a las Artes 2008, debe haber sido no menos que excepcionalmente emocionante. Que la labor del maestro José Antonio Abreu y la de los muchos abnegados educadores y músicos que lo acompañan, no pase desapercibida para el resto del mundo es ya, per se, un gran logro, pues son proyectos como el del Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela, por su valor intrínseco y por su tenacidad y constancia en el tiempo, los que merecen ser reconocidos y apoyados.



Como sucede cada vez que un galardón de este tipo es entregado, es probable que el mayor logro de este premio, más allá de la importancia internacional de la que goza, resida en el hecho de que ahora los focos están dirigidos hacia la orquesta, hacia sus fundadores y, en especial, hacia los chicos que orgullosamente participan de ella, verdaderos protagonistas de ese sueño que surgió hace casi cuatro décadas ya y que, desde entonces, a la calladita –y en ocasiones, no tanto- ha venido materializándose, a pesar de que en el camino la lucha haya podido ser dura.




El veredicto no podría ser más acertado, aún cuando las palabras del Presidente del jurado, José Lladó Fernández Urrutia, se queden cortas en su justificación. Según él, uno de los motivos para seleccionar al Sistema de Orquestas radica en el hecho de que “han colaborado con figuras de primer nivel y formado a grandes directores e intérpretes”. No pongo en duda la calidad del Sistema de Orquestas en la formación de almas gracias a la positiva influencia del arte hecho música y a la constante e incansable labor de sus participantes, pero el hecho de que se limite el veredicto a los grandes intérpretes que egresen de sus filas desmerita otro gran logro del Proyecto del Maestro Abreu y es el de salvar vidas a través de la música. De seguro este proyecto ha rescatado, a través de la reinserción social, a más de un niño o joven de escasos recursos económicos que, si bien es probable que no se haya convertido en un gran intérprete, bien puede haber cambiado su vida para siempre y positivamente, gracias a la música y a ese universo de posibilidades que aquélla le ofrece.


Ese es el gran logro, desde mi punto de vista, de la FESNOJIV, expuesto claramente en las palabras de otro hijo de ese gran proyecto, Gustavo Dudamel: soñar el sueño y hacerlo realidad. El logro está en hacerlo posible, en transformar en realidad el fruto de una labor que es única en el mundo. El logro, para todos aquellos que hemos visto a veces desde la distancia, otras tantas como parte activa, la labor de estos héroes incansables, está en sentir que la orquesta es nuestra, venezolana, venezolanísima, tricolor, vibrante y sonora, que tiene un mensaje que decir al mundo –no de ahora, desde siempre- y que ese mensaje se está escuchando, fuerte y claro.

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