martes, 24 de abril de 2012

EL ELEFANTE Y EL CIRCO


Todas las personas, en algún momento de nuestras vidas, hemos deseado fervientemente un tiempo de solaz… Las anheladas vacaciones nos parecen lejanas, distantes, casi inasibles… Son, en definitiva, un derecho más que ganado para aquellos que día a día nos partimos el lomo en un puesto, sea de oficina o no.

Supongo, y lo que estoy a punto de expresar no es más que una mera especulación, que para la monarquía ese derecho debe estar consagrado también. No quiero entrar aquí en diatribas sobre la pertinencia o no de los gobiernos monárquicos en pleno siglo XXI. Pero sí me gustaría detenerme en el hecho que hace algunos días conmocionó a la opinión pública: las polémicas vacaciones a Botswana del Rey de España, Don Juan Carlos de Borbón.

Con auténtico horror observé, tal como el resto del mundo, las imágenes que recorrieron el ciberespacio de manera virulenta, y con justa razón, en las que un sonriente monarca posaba ante el cadáver de un paquidermo. Con profunda indignación contemplé el desparpajo con que sonreía, portando un rifle de caza entre las manos, en una malograda pose que busca reforzar una imagen de masculinidad que, desde mi punto de vista, se torna patética.

Sin embargo, la indignación dio paso a la más auténtica y pura rabia cuando, lejos de centrar el debate en el hecho de acechar y acabar con la vida de una especie protegida, el colectivo mundial, y particularmente el europeo, pasó a ocuparse del dinero gastado en el referido viaje, a expensas de la población española, que atraviesa en estos momentos por una fuerte crisis económica.  

No quiero menospreciar los avatares y los sinsabores por los que pueda estar pasando la sociedad española, pero insisto en que el objeto del debate debió ser, antes que el dinero, la especie humana y su supervivencia en este planeta, su voracidad y, como en este caso particular, su absoluto desprecio por la existencia de otras especies.

Si bien no faltaron las protestas en contra de este hecho tan indignante, echo de menos los pronunciamientos de las asociaciones protectoras de los derechos de los animales, de los cientos de naturalistas que pasan sus días luchando por una causa juzgada, con tanta frecuencia que casi suena a cliché, como difícil, abandonada, y demás perlas…

Me desagrada profundamente que con una simple disculpa este sujeto pretenda zanjar la situación sin hacerse cargo de las sanciones que merece por transgredir las leyes que son aplicadas a otros con dureza. Que haya leyes para unos con más poder en detrimento de otros no es un asunto nuevo, pero esta inacción sistemática del resto que se limita a callar ante lo sucedido, es sorpresiva y al mismo tiempo alarmante. Las redes sociales, tan dispuestas a hacerse presentes ante otros temas, simplemente callaron. El ciberespacio, más allá de la promoción morbosa del hecho, no se ocupó del tema. En un mundo tan interconectado, un hecho como este, que ha podido ser punta de lanza para muchas cosas, simplemente no se hizo eco.

Triste perspectiva para la especie humana…

Desde la lejanía de la infancia llegan fragmentos a mi memoria de una vieja canción… el elefante del circo mueve sus patas así…

¿Tocará sentarnos a ver cómo algunos seres humanos destruyen los recursos del planeta, a otras especies y su propia existencia? ¿Qué perspectiva de futuro puede haber para una especie que contempla pasiva la destrucción de su entorno?

Es muy grande y muy pesado…

¿Dónde está verdaderamente el circo?

Y no se parece a ti…

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