Dicen por allí que nunca es tarde cuando la dicha llega, y en este caso no puedo menos que aceptarlo como cierto, visto que, ahora que probablemente el mundo esté ocupado en otros asuntos, a mí se me antoja publicar mi lista en el marco del reto de los 30 días, 30 libros. Así, lo que presento a continuación son los primeros 10 textos, distribuidos conforme a las categorías previstas, en un proceso que, más que reflexivo, ha sido censurador pues mucho texto ha debido quedarse en el tintero. De esta forma, y como quiera que este ejercicio de memoria me hiciera dichosa durante un par de horas, procedo a actualizar esta plataforma tecnológica que, debido a múltiples razones que ahora no vienen al caso, se encontraba un tanto olvidada. Ahí van los primeros diez...
1. Uno que leí de una sentada: Soy lectora compulsiva desde muy temprana edad. Más que en una sentada, he
leído textos con profunda avidez en tiempos que resultan incomprensibles para
otros “mortales”. Por ejemplo, El conde de Montecristo de Alejandro Dumas fue
leído en menos de una semana, también El Código Da Vinci de Dan Brown y Orgullo
y Prejuicio de Jane Austen. La enfermedad de Barrera Tyszka fue consumido en
una tarde, como El Túnel de Sábato y los primeros tres tomos del Harry Potter
de Rowling. Ahora, si se trata de perder totalmente la noción del tiempo, bastará
con Quino y cualquier número de Mafalda. ¿Qué puedo decir? Algunas personas
fuman, otras beben, ¿yo? Yo leo.
2. Uno que me demoré mucho en leer: El Silmarilion de
Tolkien. Pocas personas saben que se trata de la biblia que explica el origen, o
da sentido, por así decirlo, a la trilogía de El Señor de los anillos y a otra
obra relacionada con esta saga: El Hobbit. La prolífica imaginación de Tolkien
(quien para hacernos más complicadas las cosas hasta un lenguaje propio se
inventó) nos lleva por caminos particularmente tortuosos en los cuales se nos
relata la creación de Mordor, la Tierra Media y de todos sus habitantes, sin
pasar por alto la(s) complicada(s) trama(s) que moldeó el linaje de cada ser
(dios, humano, animal o cosa) presente en la trilogía. Es un libro complejo,
sin duda, que requerirá más de una lectura superficial para poder apreciar, no
sólo su valor intrínseco, sino el de las obras subsiguientes.
3. Uno que sea un placer culposo: Soy fanática de las sagas, por ende, no fui inmune a los encantos de J.K
Rowling y su Harry Potter o de C.S. Lewis con la colección de historias sobre
ese fantástico lugar llamado Narnia. En el primer caso, me interesaba ver de
qué forma podría Rowling mantener el interés a lo largo de los 7 tomos. En el
segundo, simplemente me dejé llevar por el boom comercial que la historia
(convertida en filme en ese entonces)
generó en el público. Valga decir que la colección estuvo muy bien editada y se
ve particularmente hermosa en mis estantes. (Snob, quizás, puedo darme ese lujo.)
4. Uno que le gusta a todos (o a
muchos) pero no a mí: Pedro Páramo de
Juan Rulfo. Le pesadilla más tortuosa de todas las que hubiese podido vivir, la
constituye sin duda la lectura de este texto que todos adoraron en secundaria y
que yo detesté desde la página 1. Nunca comprendí el texto, me resultó
particularmente denso y, en honor a la verdad, aburridísimo.
5. Uno de viajes: Creo que para crear
la noción de traslado o viaje, cualquier libro es bueno. Sin embargo, no
recuerdo haber leído nada específico sobre el tema.
6. Uno de un Nóbel: Gabriel García Márquez ejerce en mí una particular atracción. Su obra, la
cual considero íntima (en tanto retrata con particular avidez determinadas realidades
latinoamericanas) no falta en mi biblioteca. Me referiré, sí, aun cuando suene
a cliché, a Cien años de soledad. Para mí fue sencillamente un reto intelectual
la lectura de esta novela en la que, además de la trama principal, el linaje de
sus personajes constituye un actor de importancia. Al fin de cuentas, se trata
del gabo, del gabito, ¿necesito decir más?
7. Uno muy divertido: Singles de Julia Seguí. Para los que entienden con cierta holgura el
léxico popular español, este libro puede resultar bastante divertido. Constituye
una interesante reflexión acerca de un fenómeno que se ha fortalecido en los
últimos años: la soltería, abordado con absoluto desparpajo y plena conciencia
de que se trata de un ejercicio de reflexión que raya en lo irrelevante; pero
que, no obstante, contiene en su trasfondo mucho de verdad.
8. Uno para leer por fragmentos: Amor. Selección de citas de Paulo Coelho. La editorial Grijalbo, por
alguna razón que no atino a concretar, se hizo a la tarea de citar al
archiconocido autor brasileño, recopilando para ello, particularmente, aquellos
fragmentos contenidos en sus obras en los cuales el escritor se refiere o
reflexiona sobre ese sentimiento denominado amor.
Así, si uno tiene la batería baja en ese aspecto, o tiene dudas sobre lo que
puede o no puede ser ese sentimiento, está en libertad de abrir este texto (que
además fue editado en una cómoda y conveniente edición de bolsillo) y digerir
un par de perlas de sabiduría… queda claro, además, que puede usted pasar por
un asiduo lector de Coelho sin serlo, pues cada cita cuenta con la respectiva
referencia. Lindo toque para presumir en aquellas veladas en las que los
lectores no cuenten con un amplio currículum, ¿no?
9. Uno con una excelente versión
cinematográfica: En esta categoría
debo citar una colección y una autora específicos. Por una parte está El señor
de los anillos de Tolkien y su respectiva versión cinematográfica a cargo de
Peter Jackson. La profunda riqueza de este texto ya es de por sí abrumadora
como para imaginar la titánica tarea que supuso realizar la respectiva
adaptación cinematográfica. En el entendido de que siempre algo se pierde del
texto en su paso a lenguaje fílmico, resulta elogiable la labor efectuada por
los realizadores del filme, pues lograron preservar lo importante y más
representativo del texto y trasladarlo a la pantalla. En segundo lugar, pero no
menos importante, se encuentra la obra Orgullo y Prejuicio de Jane Austen,
llevada a la pantalla grande en diversas oportunidades. En este caso, me
referiré a la versión a cargo del novel director Joe Wright. En ella, llama la
atención la modificación de ciertas escenas (y la supresión de determinados personajes)
entre la versión fílmica y el texto original, sin que ello medre en la calidad
o sentido de la obra. Muy por el contrario, creo que la visión de este
británico aporta mayor calidez a la obra de Austen y acentúa características de
ciertos personajes que bien podrían ser catalogadas como elusivas en la versión
literaria. La dirección de fotografía es impecable y absolutamente hermosa.
10. Uno con una pésima versión
cinematográfica: Troya. Sí, la Troya
a la que se le hizo tanta publicidad por el guapo (¿?) Brad Pitt. Si la
intención era deformar la historia clásica griega, lo lograron con este filme
lleno del “american way of life” en la
constitución de sus personajes. Cualquiera que haya leído La Ilíada puede darse
cuenta de que, de esta película, no puede decirse siquiera que está basada en
ella. Las modificaciones son sustanciales, o más propiamente insustanciales. Esto
hace de Troya una historia diferente que poco o nada tiene que ver con el texto
griego. Sobre el filme sólo diré que se trata de una pobre puesta en escena en
la que abundan los gazapos, ¿o de qué otra forma se explica que hubieran llamas
en Troya y aviones? ¿O será que fueron los troyanos seres suficientemente avanzados
como para viajar en avión a América y comerciar con animales?